—Tranquila, Tami, tranquila. ¿Qué te dijeron? —me preguntó suavemente, sin dejar de abrazarme.
Apenas podía hablar entre sollozos, pero logré articular unas palabras.
—Es... es el Matías... se quitó la vida.
El Bastián se quedó en silencio, procesando lo que acababa de escuchar. Luego, me abrazó más fuerte, susurrando palabras de consuelo.
¿Por qué la vida era tan injusta? El Matías era joven, tenía toda una vida por delante. ¿Por qué había decidido acabar con su vida? Miles de preguntas y pensamientos me daban vueltas por la cabeza. Por una parte, quería ir a gritarles a sus papas unas cuantas cosas, pero otro lado de mí pensaba que ya tenían suficiente. Perder a un hijo no debía ser nada fácil. Si yo ya estaba pal pico siendo que el Matías era solo mi amigo, no quería ni imaginar cómo estaban sus papás, o bueno, al menos su mamá considerando lo saco wea que era el papá.
—Bastián... es que... no puede ser —le decía llorando—. ¿Por qué? ¿Por qué lo hizo?
El Bastián no tenía respuestas. Nadie las tenía. Sus manos se movían suavemente sobre mi espalda, tratando de consolarme. Sentía tanto dolor en mi pecho que apenas podía respirar, lo único que era capaz de hacer era aferrarme al Bastián.
—No sé, Tami. A veces, uno nunca sabe lo que está pasando en la cabeza de los demás —dijo intentando consolarme.
Sabía que el Basti intentaba calmarme, pero me dolió demasiado lo que dijo al recordar las palabras del Matías.
"Estoy chato de todo."
"Que me maten. Ya estoy chato de todo esto."
Tal vez no le tomé el verdadero peso a sus palabras.
El silencio que siguió fue abrumador. Solo se escuchaban mis sollozos y el sonido de la tele. Me sentía tan mal.
—Amor, ¿quieres salir a tomar aire? —El Basti acunó mi cara en sus manos para que lo mirase.
Asentí levemente y volví a aferrarme a su hombro. Estuvimos así un rato, luego me ayudó a levantarme y nos fuimos a sentar a la plaza.
El viento me golpeó el rostro, pero no logró calmar el mar de emociones que sentía. Me senté en una banca, con el Bastián a mi lado, y seguí llorando. Él me rodeó los hombros con su brazo y me atrajo hacia sí.
—Lo siento, Tami —me susurró al oído.
Yo solo asentí, sin poder articular una palabra. Mi mente seguía repasando las conversaciones que tuve con el Matías, preguntándome si había algo que pudiera haber hecho para evitar su muerte.
Cuando ya estuve un poco mejor, el Basti me secó las lágrimas con la manga de su polerón y dejó tiernos besos por toda mi cara.
Luego apoyé mi cabeza en su hombro y nos quedamos mirando a un papá que le daba vuelo a su hija para que se columpiara.
—¡Dame más vuelo! —le decía, riéndose.
Mientras veíamos a la niña columpiarse, no pude evitar volver a sentir pena. Me pregunté si él Matias había vivido momentos como ese, si había tenido momentos felices con su mamá y sobre todo con su papá antes de tomar esa decisión.
El Bastián me apretó suavemente el hombro, como si supiera lo que estaba pensando.
—Amor, no te culpes —me dijo—. La decisión del Matías no fue culpa tuya.
Asentí, sabiendo que tenía razón, pero el sentimiento de culpa seguía ahí. Estábamos disfrutando del silencio cuando el Bastián recibió un WhatsApp de un número desconocido que al parecer resultó ser mi mami preguntando dónde andábamos.
Con todo esto había olvidado que estaba castigada y que no podía salir.
Volvimos a mi casa en silencio.
—¿Y ustedes dónde...? —Mi mamá no alcanzó a terminar la pregunta—. ¿Pero qué te pasó, hija? —abrió la reja, y me abrazó, por mi parte me largué a llorar de nuevo—. ¿Qué pasó, Tami? —Volvió a preguntar, pero me era imposible responder, me negaba a que esas palabras salieran de mi boca.
Mi mamá nos llevó adentro, nos sentamos en el sofá y ella me abrazó de nuevo. No sé cuánto rato estuve así, pero al parecer me dormí porque cuando me desperté estaba en mi pieza.
—¿Te sientes mejor? —El Basti dejó su celular a un lado y comenzó a hacerme cariño en la cabeza.
Asentí y me recosté en su pecho. Comenzamos a ver TikTok en su celular, hasta que mi mami nos trajo la once. Una bandeja con pasteles y tecito, la verdad es que estaba todo muy rico.
Y al parecer el Bastián le contó a mi mamá lo que había pasado porque no me preguntó más. Tampoco me retó por haber ido a la plaza a pesar de que estaba castigada.
Mi mamá dejó que el Bastián se quedara, así que él me distrajo un rato.
—¡Bastián, no seas tramposo! ¡Levanta la pierna! ¡Si ya vi las cartas! —le dije riéndome.
Estábamos jugando Uno, y al muy tramposo supuestamente le quedaba una carta, pero se había escondido como cinco bajo la pierna.
—¿Qué hablas, Tamara? Si no tengo más.
Le moví la pierna y efectivamente había más cartas.
—¿Cómo que no tenías más? —le pregunté.
—Magia.— me respondió moviendo las manos como si fuera una ilusión.
Después de un rato, decidimos dejar de jugar. El Bastián era muy tramposo y más encima le salían puros +4 cuando estaba a punto de ganar, así que me piqué.
—No juego más contigo, eri' muy tramposo —le dije guardando las cartas.
—Y tú picota —me molestó.
—Obvio, si haces trampa po' —me acosté y le di la espalda.
—Pero no te enojes —me abrazó, pero no lo pesqué—. Ya po' amor —al ver que no cedía, comenzó a hacerme cosquillas.
No pude evitar reírme. Traté de resistirme, pero era imposible. Al final, cedí y lo abracé.
—Ya, ya, ganaste —le dije entre risas—. Pero igual eri' tramposo.
—Si sé —me respondió con una sonrisa de oreja a oreja—. Pero igual me amái' así.
—Obvio— le dije y le di un beso.
A pesar de la pena que sentía, el Bastián me hizo olvidarme un rato de todo ello.
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¡Holaa!
¿Como están?
¿Qué les pareció el capítulo?
¿Sugerencias?
Les quiero contar que estoy escribiendo otra novela, que se basa en la relación de la Claudia y el Amaro ¿Les tinca?
Aún no estoy muy segura de si publicarla o no 🤔
Lxs leo! 👀
M.M
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Pesao' culiao
RomanceLa Tamara llega a vivir por una semana a la casa del weón que le caía mal cuando chica, el Bastián. Claramente los años pasaron y con ello ambos crecieron y se desarrollaron. ¿Cómo se llevarán luego de no haberse visto en 7 años?