"Mi pololo"

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—¡Bastián! ¿Cómo se te ocurre dormir así? —exclamó la tía, despertando a su hijo de un almohadazo.

—¿Qué pasa? —se quejó él.

—¡Mira cómo estás durmiendo! ¡Acuérdate que la Tamara también duerme acá! —lo retó.

—Ay, mami, que le pone color —dijo él, dándose media vuelta para seguir durmiendo.

—¡Levántate, mierda! ¡Y ponte ropa!

La tía cerró la puerta y se fue.

Primero que nada, buenos días.

Aún medio dormido, el Bastián sacó su pantalón de pijama y se lo puso. Yo, que estaba agarrando señal, lo quedé mirando y, al verme, se cagó de la risa.

—¿Qué es tan chistoso? —le pregunté, sobándome los ojos.

—Nada —respondió y se fue.

—Nidi.

Saqué ropa, una toalla y me fui a bañar. Luego bajé a tomar desayuno.

—Buenos días —me saludó mi mamá mientras cortaba cebolla.

—Na' que buenos días, mami, ayer casi me morí.

—Sí, me contó el Basti. Te devolví los llamados cuando revisé el celular y no me contestaste, así que la Marta llamó al Basti y él nos dijo que no nos preocupáramos, que ya estabas bien —dijo—. ¿Y qué pasó? —me preguntó, pegándome una miradita sugerente.

—¿Qué pasó? ¿De qué? Los pacos al final se... —me interrumpió.

—No me refiero a eso. ¿Qué pasó con el Bastián? —me preguntó, moviendo sus cejas de arriba a abajo.

—Nada, mami. ¿Qué iba a pasar?—Le dije y me fui al living.

Tomé el control remoto y puse los picos blandos, estaba buena la serie culiá. Estaba enganchada cuando, de repente, me quitaron el control y mi serie desapareció de la pantalla.

—¡Bastián, yo estoy viendo!

—Cagaste, hay partido— me informó, cambiando al TNT Sport.

—¡Pero si yo estaba viendo mi serie!

Hice un intento por recuperar el control, pero no tuve éxito.

—tú misma lo dijiste, estabas— replicó, enfatizando en la palabra 'estabas'.

Se acomodó en el sillón y, aprovechando un descuido, logré quitarle el control. Estaba a punto de salir corriendo cuando me agarró del brazo y me devolvió al sillón.

—Si me tocas, te muerdo— lo amenacé.

—Atrévete.

Empezó a hacerme cosquillas, lo que me desesperó y me llevó a darle un rodillazo en donde no le da el sol, provocando que cayera sobre mí.

Literalmente, estábamos mejilla con mejilla.

—¡Oh, conchetumare, esa weá no se hace, Tamara!— se quejó.

—¡Me estás aplastando!

—Mala cuea. Me duelen los cocos y la tula.

—¡Bastián!— lo reté y acto seguido me mordió el hombro.—¡Ay, conchetumare!—Lo empujé, pero siendo él más grande que yo, ni se movió.

—¿Por qué tanto reclamo?—preguntó mi mamá, que venía entrando al living con un pancito. Al vernos, quedó boquiabierta. El Bastián rápidamente se levantó.—¡Más respeto! ¡Hay más gente en la casa! ¡Si quieren tener relaciones, no pasa nada, pero se cuidan! No quiero nietos todavía.—dijo y se fue de vuelta a la cocina.

Pesao' culiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora