Tiste pero no mucho

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A la mañana siguiente, me desperté con los ojos hinchados y la cabeza pesada. Al girar la cabeza, vi que el Bastián aún estaba dormido. Me levanté con cuidado y fui a lavarme la cara. Cuando volví a la pieza, él ya estaba despierto, estirándose.

—Buenos días —me dijo con una voz ronca.

—Buenos días —respondí, tratando de sonreír, pero se me hacía difícil.

Miré mi celular y vi varias notificaciones, entre ellas un mensaje del grupo del curso.

—El liceo acaba de mandar un comunicado sobre el velorio del Matías —le dije al Bastián mientras abría el archivo adjunto.

El comunicado decía que sería esa tarde en la casa de él y el entierro sería al día siguiente en el Cementerio Parque del Recuerdo. No podía creer que esto estaba pasando. Todo parecía tan surreal.

—No voy a ir al velorio —decidí—. Pero iré al cementerio. Necesito despedirme de él.

El Bastián asintió.

—Te acompañaré.

—Gracias, Basti —dije, y le planté un beso.

El día pasó lento. Me quedé en mi pieza, tratando de ignorar las historias que subían algunos compañeros a Instagram en el velorio del Matías.

El Bastián estuvo conmigo todo el día, respetando mi espacio.

—¿Quieres que me quede hoy también? —preguntó.

—Sí, por favor —respondí, sintiéndome un poco más tranquila con él a mi lado.

El día siguiente llegó rápido. Me vestí y me miré al espejo. Tenía los ojos hinchados aún.

Mi mamá no fui a dejar al cementerio y luego se fue.

Al llegar, vi a varias caras conocidas. Todos con caras largas, algunos llorando en silencio. Me acerqué a la tumba, la cual estaba cerrada y ahí estaban sus papás. La mamá del Matías estaba hecha pico, mientras que su papá no tenía ninguna expresión.

La rabia comenzó a crecer en mí. ¿Cómo chucha podía estar tan tranquilo? Era un saco wea con todas sus letras ¿Cómo un papá podía haberle hecho tanto daño a su propio hijo?

Traté de contenerme y en concentrarme en despedirme de el Mati, pero cuando el funeral terminó y todos comenzaron a dispersarse, me acerqué.

El corazón me latía tan fuerte que podía escucharlo.

—¿Usted es el papá del Matías?

—Sí —me respondió, sin mucho interés.

—¿Usted sabe cuánto sufrió el Matías por su culpa? ¿Todo el daño que le hizo?

El hombre me miró sorprendido, como si no entendiera.

—No te conozco y no sé de qué estás hablando.

—¡Hágase el weón! —le grité—. El Matías siempre decía que estaba chato de todo, y gran parte de eso era por usted ¡Usted lo mató! Lo trataba como cualquier cosa, menos como un hijo.

Él trató de defenderse, pero no le di tiempo. Todo lo que llevaba dentro salió de golpe.

—Debería darle vergüenza. Como persona, papá y marido vale callampa, espero que algún día todo el mal que le hizo a su hijo se le devuelva.

—¡Estamos despidiendo a nuestro hijo! ¡Ten algo de respeto!— Se metió la mamá.

Y en ese momento el ojo me tembló de la pura rabia.

Pesao' culiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora