—¿Vas a pasar o te tengo que mover? —preguntó el Basti, con una ceja levantada.—¡Bastián! —le di un leve golpe en el hombro.
El Matías se dio vuelta rápidamente y nos miró con asustado.
Le regalé una sonrisa cerrada; aún estaba molesta por no haber recibido una respuesta de su parte.
—Perdón por no contestar Tami —se disculpó de inmediato, bajando la mirada.
—No te preocupes, seguro tenías tus motivos.
—Oye, ¿y por qué están ellos acá? —pregunté, con la esperanza de que no fuera por él.
—No sé —su voz sonó temblorosa.
—Bueno, entremos —dijo el Bastián, y el Matías automáticamente lo miró mal—. ¿Qué? ¿Quieres que nos quedemos aquí todo el día? —le dijo el Basti.
Le di otro golpe en el hombro al Bastián—. No seas así. Matías, si están aquí por ti, tienes que hablar con ellos. Lo que hiciste fue en defensa personal.
Nos quedamos en silencio esperando la respuesta del Matías pero al no contestar, el Basti habló.
—Entremos juntos —dijo, extendiéndome su mano.
Asentí y le tomé la mano. El Matías se quedó parado un momento más, mirando hacia la entrada, pero finalmente nos siguió. Al pasar junto a los pacos, sus ojos se clavaron en el suelo, tratando de no llamar la atención.
—Buenos días, chicos —dijo la directora, interceptándonos justo antes de entrar.
—Buenos días, tía —respondimos los tres al unísono, aunque el Matías apenas susurró.
—Matías, ¿puedes venir? Carabineros quiere hablar contigo —dijo ella, con una expresión seria.
El Matías tragó saliva y asintió lentamente.
—Ustedes dos pueden ir a clases —dijo refiriéndose al Bastián y a mí.
—Tami, ¿me puedes llevar la mochila a mi sala? Díganle a la Anaís que en el cuaderno verde está mi parte del trabajo —me pidió, entregándome el cuaderno.
Asentí y tomé su mochila. El Matías me miró preocupado, pero se fue, y con el Bastián fuimos a la sala del A.
—Me cae como el hoyo el culiao, pero igual me dio pena —me dijo Bastián.
—Normal po', Basti. No está pasando por un buen momento.
Cuando llegamos a la sala, tuvimos que tocar, ya que las clases ya habían comenzado. Nos abrió un caballero de edad sin expresión.
—Yo... eh... Buenos días. ¿Le puede pasar esta mochila a la Anaís? Dígale que el Matías dejó el trabajo en el cuaderno verde —el caballero recibió la mochila y nos cerró la puerta en la cara.
—Uy, pa' qué tan simpático —dije, rodando los ojos.
El Basti se rió y nos devolvimos a nuestra sala, que estaba dos salas antes de la del A. La profe, menos mal, nos dejó entrar. Durante la clase, tenía la cabeza en otro lugar; me dediqué a mirar por la ventana hasta que el Bastián me hizo volver a la realidad.
—Tami, ¿me escuchaste? —me preguntó, frunciendo el labio.
—¿Ah? Sí.
—¿Qué dije entonces?
—Eh...
Se rió—. Te pregunté si hacemos el trabajo con la Feña y el Esteban.
—Ah, sí, obvio.
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Pesao' culiao
RomanceLa Tamara llega a vivir por una semana a la casa del weón que le caía mal cuando chica, el Bastián. Claramente los años pasaron y con ello ambos crecieron y se desarrollaron. ¿Cómo se llevarán luego de no haberse visto en 7 años?