El Reno de la nariz roja, ha provocado uno de tantos accidentes en la fábrica de los reyes Claus, la familia gobernante de Navidad. En lugar de ser despedido, se le da un trabajo especial: Matar a Krampus.
Parece sencillo hasta que el romance se ent...
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RODOLFO
❄
Soñaba con la bestia, mezcla de león, cabra, lobo, y más.
Se lo contaba a mis padres. Era antes de que, de repente, comenzarán a tratarme cono si fuera el error más grande.
Un día, llegó un hombre a nuestra casa, no pude verlo por estar viendo televisión con papá, que fue llamado por mamá y tuvo que ir a la puerta. Ese señor tenia voz amigable, pero cuando mis padres regresaron a la sala, me ignoraron por completo.
Al día siguiente, volví a contarles de mis sueños. Mamá se molestó tanto conmigo, por primera vez me había gritado. Por primera vez mis oídos sangraron. Le pregunté a la abuela porque ellos no escuchaban la flama de la estufa, los copos de nieve al tocar el pavimento, el golpe del vidrio con los fuertes vientos de temporada. Dijo que no era nada, y al poco tiempo falleció.
La mayor parte del tiempo, me encerraba en la habitación hasta que mis padres dejaran de pelear. Luego volvía encerrarme, para que no pelearan conmigo.
—Mami.
Le jalonee la mano.
—Mami.
Resopló, agachando la vista con las cejas surcadas.
—¿Qué quieres?
—Tengo hambre.
Silencio.
Volvió la vista al televisor. Volví a tomar su mano, y recibí un jalón de mi oreja.
—Mami.
—Rodolfo, ya has comido suficiente —alzó la voz—. Ahora, ve a tu habitación.
—Mami.
Soltó aire por la nariz. Jaloneo mi mano, llevándome a tropezones por las escaleras, lanzándome al piso con la puerta azotando contra el marquillo. Estuve llorando hasta que anocheció para que le quitara el seguro a la puerta.
Todos los días moría de hambre, nunca me despertaban para desayunar ni para cenar. Iba por una silla y me llevaba una caja de galletas al cuarto. Comía sin parar, llorando y con las manos grasientas. Un día intente agarrar cereal, pero mamá me tomo en brazos, pero para pegarme con el cinturón.
Los demás problemas que tenía, se referían a mi peso. Las cosas que Zaith decía, mientras su padre trabajaba.
—Rodolfo —dijo Zaith, agarrándome de la nariz—. Das pena.