El Reno de la nariz roja, ha provocado uno de tantos accidentes en la fábrica de los reyes Claus, la familia gobernante de Navidad. En lugar de ser despedido, se le da un trabajo especial: Matar a Krampus.
Parece sencillo hasta que el romance se ent...
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KRAMPUS
❄
Él es todo para mí. Se dictó que con vernos, estaríamos enlazados. Volveríamos a amarnos aunque lo negáramos. Es el castigo que Azaryth le cantó a Lilith, antes de morir juntos. Antes de que nos diéramos cuenta tarde, que fuimos manipulados para que Navidad tuviera en que temer, y en qué creer.
—Te cubriré —dice Ginger. Presiona la runa en su palma, y del frente se figuran dos hachas. Él las toma antes que caigan—. Fue buena idea agarrar ese cohete. Y que buen espectáculo de fuegos artificiales da Zaith.
El techo por el que caímos, cuelga barandillas con piezas de concreto que en cualquier momento se desplomaran en los restos el gran cohete que usamos para entrar. Lo logré encontrar en una camioneta que lo transportaba para el evento. Lo robamos y llevamos a la cina de un supermercado, con esfuerzo, usé magia de fuego para encenderlo y con la nieve del cielo, impulsarlo para caer justo dentro de la mansión.
—Fue mala idea que usaras mi espalda como trampolín —digo.
—¡No me agarraste bien y salí volando, casi muero!
—Estás vivo, a cómo veo.
Le palmeo el hombro. Ginger habrá sido un híbrido que confunde el nombre de las botellas de vino, confundirse con las listas de canciones programadas para Cherry, abrir demás la boca sobre los clientes que llegan o encontrarme en muy procreases situaciones en la oficina.
—Regresa con vida —dice Ginger con seriedad.
—Tú igual. Recuerda, si mantienes activa la runa por mucho tiempo, tus armas irán derritiéndose.
—Antes de venir, dijiste que no se iban a derretir.
—Ah, pues te mentí —rio con timidez—. No quería preocuparte. Perdón.
Damos la espalda, antes de correr a alas contrarias de la mansión, subiendo con prisa las espaleras. Los elfos de esmoquin rojo con cremallera verde, llegan a las escaleras intermedias, subiendo rápido con la autoridad de Zaith dando la orden de romper los bastones y liberen las espaldas.
Ginger no lo sabe. Azaryth tiene mayor poder en lo que yo haga. La ira me está consumiendo. El dolor de Rodolfo es más intenso y siento que muero por dentro. Lanzo la empuñadura de la espada a la boca, aprieto fuerte, corriendo a cuatro patas entre las paredes. El camino termina en dos puertas con piso de espiral y salto entre retratos de renos que trabajaron antes.
—¡Detente! —grita el elfo que abre la puerta. Le golpeo en una de sus orejas triangulares.
Le tomo del camisón. Incrusto las garras en su pecho. Lo lanzo a los que vienen de la puerta trasera, abriéndosele el pecho en par, y doblo una pierna adelante, agachándome antes de ser cortado por tres al mismo tiempo. Con la pata trasera alzo una ventisca fosforescente de brillantina que estalla ante los que van llegando de atrás. Presiono los dedos de la pata trasera y corro a la puerta de enfrente. En el pasillo voy viendo por la hilera de ventanas, que van llegando policías mientras los pinos floreales surgen de las rejas, reemplazando la cúpula de cristal que se ha reconstruido.