EMERGENCIAS

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Me apresuré a bajar con Nate, pero en un segundo Ethan estuvo junto a mi para tomarlo en brazos

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Me apresuré a bajar con Nate, pero en un segundo Ethan estuvo junto a mi para tomarlo en brazos. Lo llevamos dentro por el ala de emergencias pediátrica e Ethan desesperado gritó

—¡Alguien aquí, ahora!—la sala de emergencias de pronto se revolucionó y tomaron a Nate de sus brazos para colocarlo en una camilla.

—¿Qué sucedió? —inquirió una enfermera revisando un poco la herida que ya había comenzado a coagular.

—La verdad no lo sé, una vez que entré a su habitación ya estaba chorreando sangre. — respondí aún nerviosa.

—Muy bien mamá y papá ahora necesito que se calmen un poco el doctor ya viene a revisarlo, mientras tanto papá puedes ir a recepción a realizar el ingreso. —nos indicó la enfermera y miré a Ethan avergonzada, pero él me devolvió una mirada comprensiva y un apretón de manos que sentí  reconfortarme.

—Realizaré el ingreso, ya vuelvo. —me susurró al oído y beso mi coronilla. Aquel simple, pero significativo gesto me reavivó.

La enfermera a mi lado limpiaba el exceso de sangre alrededor de la herida y Nate se quejaba un poco.

—Buenas noches Campeón, hola mamá. —entró saludando el médico y su corbata de Minions llamó la atención de Nate haciéndolo sonreír.— ¿Te gusta mi corbata? —Inquirió juguetón.

—Es... De Minions. —esbozó una sonrisa mi pequeño niño.

—¡Muy bien! Ahora puedes decirme ¿que sucedió mientras me das permiso para revisar? Te prometo que seré cuidadoso. —consultó amigable y Nate asintió.

—Bueno... estaba estudiando... mul...tiplicaciones, pero me... aburrí, en-entonces... me puse a ... jugar con mi balón... y resbalé... —explicaba mientras el doctor le examinaba.

—Entiendo, las tablas de multiplicar pueden ser muy aburridas, lo certifico. —reafirmó poniéndose de su parte. —¿Y recuerdas con que te golpeaste?

—Si-Si con... mi cama. —respondió en medio de un suspiro.

Al fin sabía lo que había pasado, intentaba contener mis lágrimas, pero me costaba tanto que mis ojos se mantenían húmedos. Ethan entró en la habitación silenciosamente posicionándose a mi lado y su cercanía por alguna razón me inyectó calma.

—De acuerdo papá y mamá, llevaremos a nuestro campeón a realizar unas radiografías para confirmar que la herida sea solo superficial. —expuso dirigiéndose a ambos. —Tranquilos, estoy seguro de que no tienen de qué preocuparse. —aun escuchando lo que decía no podía estar tranquila.

—Doctor... —comenzó a hablar Nate. Y todos dirigimos nuestra mirada hacía él.

—Dime campeón.

—Él no es... mi papá... —aclaró señalando a Ethan.

—De acuerdo... —respondió el doctor sin tener muy claro que decir y yo quise que la tierra me tragara ante aquella pequeña imprudencia.

—Es mejor... que un papá... es... mi amigo, Ethan. —resolvió y mi corazón se infló de amor por las ocurrencias de mi pequeño.

A mi lado Ethan se enderezó y al mirar de reojo tuve un vistazo de una leve sonrisa, una que no había visto antes.

—Entonces perfecto campeón. Vamos a asegurarte en esta camilla. —dijo mientras él y la enfermera hacían un par de ajustes en la misma. —Amigo Ethan y mamá vengan con nosotros, por favor.

Fuimos rápidamente por un amplio pasillo y llegamos a una sala donde estaban todos los equipos de rayos x. El doctor se detuvo justo en las puertas.

—Mamá si estás embarazada o tienes alguna sospecha de ello no es recomendable que entres a la sala de radiografías, en su lugar podría hacerlo nuestro amigo Ethan. —soltó esas contraindicaciones de golpe sonrojándome de solo imaginarlo. Ethan me miró expectante.

—No es el caso. —respondí despejando cualquier duda e ingresando en la sala.

Lo que siguió a continuación fue muy rápido. El doctor tenía razón y en las imágenes de las radiografías nos mostraba que la herida era solamente superficial, luego de ello anestesiaron la zona donde iban a darle puntadas y terminaron siendo ocho, mis lágrimas brotaban silenciosamente mientras le cocían, pero él para tranquilidad de todos no sentía nada más que un par de tirones gracias a la anestesia.

Ethan no se separó ni un solo segundo de mi y en varías oportunidades secó mis lagrimas en silencio también. Me sentía tan agradecida con él que mis ganas de abrazarlo eran incontenibles.

Nos informaron que a pesar de que todo iba muy bien, Nate debía permanecer 24 horas bajo observación médica, porque en algunos casos ese tipo de golpes solían presentar algunos malestares pasadas las horas. Eso me alarmó un poco, pero nos explicaron que eran muy comunes solo debía estar bajo vigilancia.

Al terminar todo aquello nos instalaron en una habitación y me quedé muy cerca de Nate en la camilla, le llené de caricias y mimos y así logró conciliar sueño profundo muy rápido. Besé su frente y agradecí a Dios que todo había salido bien.

Ethan tomó asiento frente a mi en un mueble de color blanco que lucía muy cómodo, me miraba sin perder rastro de mis movimientos, tanto que los nervios volvieron, Nate dormía y nos hallábamos solos en esa habitación de hospital que se sentía increíblemente acogedora, en comparación con la lluvia de afuera. Su mirada seguía causando revuelos en mí.

Me cercioré una vez más de que Nate estuviese bien cubierto con la manta que nos habían dado allí y me levanté dirigiendo mis pasos al mueble. Me senté a su lado y le miré por fin.

—Tengo tanto que agradecerte. —declaré sincera y quise tomar sus manos, pero me contuve. El simple hecho de tenerlo frente a mi ya era bastante irreal.

—No lo hagas, no agradezcas April, es innecesario. Ha sido un milagro que hayamos coincidido. Ese auto tuyo me pone los nervios de punta, debería decirle a Eugene que lo queme. —sentenció mirandome a los ojos y enrojeci en cuestión de segundos.

—No seas cruel, no tengo ni la menor idea de lo que le sucedió, pero solía ser fiel. —defendí a mi auto. —Pero en serio Ethan, fueron los minutos más espantosos de mi vida, olvidé mi teléfono, el auto no encendía, la lluvia no cesaba... De no haber sido por ti y Eugene... —negué con la cabeza y recordé que el pobre quizá seguía bajo la lluvia, intentando encender mi auto. —No creo que dejarlo bajo esa tormenta haya sido buena idea...

—Te pedí que no te preocuparas por ello, Eugene y tu auto están bien. De hecho en este momento el mismo está siendo revisado por un especialista. Su falla se debió a un problema eléctrico. —declaró sereno.

«¿Que, qué?»

—¿Qué dices?, ¿Cómo qué revisado por especialista? —inquirí perpleja.

—Si, a primera hora estará apto y nuevamente a tu disposición. Aunque la verdad solo estaré tranquilo cuando te deshagas de esa porquería y obtengas uno nuevo. Uno que sea; seguro, confiable y eficaz. —dijo enfáticamente.

—De nuevo gracias, pero de veras no tenías que hacerlo. Respecto al auto nuevo es algo que ya esta en planes, pero quizá por bobo sentimentalismo aún no termino de concretarlo. —admití avergonzada.

—April basta, me aturdes con tanto agradecimiento. Realmente es nada en comparación con lo que deseo hacer. —aseguró sopesando que decir a continuación. —De todos modos me tomé la libertad de prepararte un obsequio.

—¿Cómo que prepararme un obsequio? De verás me asustas. —dudé intentando descifrar lo que sus atrayentes ojos azules escondían.

«¡Dios, con lo que amo las sorpresas!»

—Es una bobada. —sentenció, mis dudas crecieron y él lo notó. —No es nada de lo que debas preocuparte, así que deja de sobrepensarlo y acéptalo. —dictaminó y sus gestos me quitaron el aliento.

TERCER ENCUENTRO. (LIBRO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora