Capítulo 8

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Su mirada pasa de mí a Peeta, y viceversa. Lo hace un par de veces, tratando de asimilarlo. Y de repente, sus ojos bajan a la playera que me cubre.

Todo parece quedarle mucho más claro. Porque hay mil momentos en los que ellos pasaban horas interminables viendo los partidos de fútbol americano, apoyando a su equipo favorito: los Eagles de Philadelphia.

Y cuando parece salir de su trance, y comprende lo que está pasando, se le acerca a Peeta.

—¿Qué carajo estás haciendo aquí? —brinca, encolerizado—. ¿Por qué estás con mi hermana? ¿Qué está ocurriendo?

Finnick se acerca más, como si estuviera dispuesto a golpearlo. Me acerco, le pongo las manos en el pecho, tratando de frenarlo.

—Finnick...

—¿De todas las mujeres en la ciudad tenías que meterte con mi hermana, hijo de puta? ¡¿Qué está mal contigo?!

—¡Finnick! —grito, y lo empujo—. ¡Ya basta, no lo entiendes! —me mira, a pesar de que parece estar pensando solamente en acabar con Peeta —. ¡Yo lo quiero, y el a mí! No es lo que tú piensas...

Niega con la cabeza, me aparta las manos con cierta brusquedad y consigue acercarse a Peeta.

—¡Por eso te mantenía lejos de ella, y te organizaba citas con otras mujeres! ¡Por que me daba cuenta de cómo la mirabas cuando pensabas que nadie te estaba prestando atención! ¡Te quiero lejos de ella!

—¡No! —respondo, y lo tomo del brazo para que voltee a verme—. ¡No tienes ningún derecho! Jamás me he entrometido en tu relación con Annie, tú no te metas con la mía.

Niega con la cabeza.

—Es diferente.

—¡Por supuesto que no!

Me mira. Frunce el ceño, incrédulo.

—¿Cómo pudiste caer en su juego? —lo señala—. ¿Qué no lo ves? ¡Ya ha tenido lo que quiere de ti! ¡Ahora simplemente va a largarse y te destrozará el corazón!

—¿Y tú cómo te atreves a hablar así de él? Pareciera que no lo conoces.

—Por eso mismo lo digo, porque lo conozco —lo mira—. ¿Qué no haces eso siempre? Sólo obtienes lo que quieres de las chicas, y un día simplemente decides irte, sin más. Mi hermana ha soñado toda la vida con formar una familia, con casarse. ¿Enserio estarías dispuesto a dárselo? —lo reta con la mirada, Peeta no dice nada, sólo se le tensa la mandíbula—. Ni siquiera te molestes en contestar, porque sé la respuesta —se le acerca—. Así que sólo te doy esta oportunidad de marcharte, antes de que empeoren las cosas.

Niego con la cabeza. Noto un nudo en la garganta, y la terrible sensación de la frustración. Quisiera quedarme callada, pero no lo consigo. Y no pienso hacerlo.

—¡No! —repito, furiosa—. ¡Tú no entiendes nada! ¡Ni siquiera estuviste ahí! ¡Y si piensas que vas a quitarme esto, estás muy equivocado!

—¡Mi deber todo este tiempo ha sido protegerte! ¡Es lo único que he hecho, y que seguiré haciendo aunque no te parezca!

—Ya basta —interviene Peeta, con una extraña calma. Me toma suavemente de los hombros, intentando tranquilizarme.

Me mira, y me pide en silencio que debo dejarlo hacerse cargo de esto. Solo asiento aturdida con la cabeza, y retrocedo un poco.

—Dudo que logre hacerte cambiar de opinión —le dice a Finnick, y le sostiene la mirada. Suena calmado, pero se cuela el enojo en su voz—. Sé que no es lo que quiseras, pero no puedes seguir controlando mi vida, o la de Katniss. Todo este tiempo he estado luchando por ocultar lo que siento por ella, porque sabía que jamás tendría tu aprobación. Sabía que no era bueno para ella, y sé que cometí errores, que tengo un pasado..., pero deberías conocerme lo suficiente para saber que jamás me atrevería a hacerle daño, que daría lo que fuera para que ella siempre esté bien y para protegerla.

¿Y si el tiempo no lo cura todo? [Everllark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora