Después de aquella noche, Peeta no vuelve a recibir noticias de su madre. O si ella vuelve a llamar, él no lo menciona.
Intenta hablar lo menos posible del tema. Y muy a pesar de lo mal que pueda estarlo pasando, intenta ocultarlo lo mejor que puede.
Es claro lo mucho que ha conseguido inquietarlo el tema. Es como si volviera a montar esa coraza que construyó años atrás cuando lo conocí.
Es como volver de alguna manera al pasado, regresar a aquella época. Es algo que hace mucho no veía en él. Desde que estamos juntos y se distanció de sus padres, se le veía mucho más libre, mucho más feliz. Todo lo contrario a lo que es ahora.
Ahora, parece buscar cualquier motivo para estar ocupado. Para distraerse con el trabajo, o pasando más tiempo en su oficina del que debería. Y sé que no debería pedirlo, y en verdad quiero respetar su decisión de no decir nada al respecto, pero quisiera que hablara conmigo. Que hablara para poder comprenderlo mejor, para saber qué es lo que sucede, qué es lo que pasa por su mente.
Con todo el tiempo que llevamos juntos, días atrás habría jurado que lo conozco mejor que nadie, como ninguna persona. Pero ahora, es como si se hubiera convertido en un misterio total. Como antes. Un misterio con el que no sé exactamente cómo comportarme, cómo actuar.
Le echo otro vistazo. Sigue en el comedor, con la mirada gacha, y con el ceño fruncido mientras revisa algo en su laptop.
Ha estado así desde que llegué de la escuela. No se ha despegado de su lugar. Es como si de verdad se esforzara por mantenerse ocupado para no pensar en lo que en realidad le está preocupando.
Le di un beso, y me preguntó cómo me había ido. Respondí, y eso fue todo. No intentó hablar más, es como si se encerrara en su propio mundo.
Me acomodo en el sillón y le bajo a la televisión. Quiero preguntar si tardará otro poco, pero me obligo a quedarme callada.
Sé que no es buena idea. Necesita su espacio, y es seguro que surja un problema si presiono demasiado.
Regreso la mirada a la televisión. Y sigo esperando, pero él sigue ocupado.
Le echo otro vistazo, y abro la boca para decirle que le hará bien descansar un poco, para preguntarle qué le gustaría para cenar. Pero no me atrevo.
Espero otro rato, y no consigo resistirlo más. Apago la televisión y me acerco.
Paso los brazos por sus hombros y apoyo las manos en su pecho, noto que se tensa un poco. Le beso la mejilla. Consigo que deje de teclear, y gira un poco la cabeza.
—¿Ya casi terminas? —susurro—. Prepararé la cena, y quizá puedas descansar un poco. Te haría bien.
Lo escucho suspirar, me acaricia el brazo.
—Eso quisiera —sus ojos siguen fijos en la pantalla—, pero de verdad necesito terminar esto.
Pienso que dirá algo más, pero no es así. Vuelve a teclear, y su atención absoluta permanece en la computadora.
Noto que se me forma un nudo en la garganta. Vuelvo a besarle la mejilla, y me acerco a la cocina.
Detesto verlo de esta manera. Y sospecho que, muy aparte de la noticia de que su madre va a casarse de nuevo, se encuentra así por la lucha de emociones que hay dentro de él. No lo sé.
ESTÁS LEYENDO
¿Y si el tiempo no lo cura todo? [Everllark]
RomanceVersión [Everllark] [Los Juegos del Hambre] "A veces pienso que somos como piezas de rompecabezas que buscaban encajar en algún lugar, y nosotros estábamos tan rotos que de alguna manera logramos encajar sólo entre nosotros".