Capítulo 40

111 16 2
                                    

—No tenías que darme un anillo —le digo, mientras miro el diamante que adorna mi dedo anular. Lo siento acercarse y dejar un beso en mi hombro desnudo mientras acomodo la cabeza en la almohada—. Ya gastaste demasiado con todo el viaje a Europa.

Lo siento sonreír sobre mi piel. Pone una mano en mi abdomen, y la mueve suavemente por encima de la tela de la sábana.

—El dinero va y viene —susurra. Volteo para mirarlo, me sonríe—. Créeme que haría lo que fuera para poder ver siempre esa bonita sonrisa que tienes.

Me estiro un poco, y dejo un beso en sus labios.

—Finn me dijo que llevabas mucho planeándolo —le acaricio la barbilla—. Debí haberlo sospechado, más cuando solías decir que en Italia había mejores pastas que las que hacías para la cena.

Sonríe. Su mano sube, y la punta de sus dedos me acarician el brazo.

—¿Y eran mejores?

Abro la boca para responder. Pero me callo para poder formular mejor mi respuesta. A él lo escucho reír al ver que no contesto de inmediato.

—Parece que sí —sus labios me rozan el hombro—. Aunque era de esperarse.

—No, es decir..., —me acomodo en el colchón, para poder mirarlo de frente—. Por supuesto que eran espectaculares. Pero echaba de menos las cenas que me cocinabas —le tomo la mano, y entrelazo nuestros dedos—. Más porque después de una semana estaba harta de comer solo pastas y paninos.

Escucho que se ríe.

—Bueno, no más viajes por ahora —se acomoda sobre mí, le sonrío. Su dedo pasa suavemente por el contorno de mi cara—. Te eché muchísimo de menos. Y pensaba que si me atrevía a mandarte un mensaje o llamarte, no podría resistir confesarte lo mucho que me hacías falta. Lo menos que quería era inquietarte e incitarte a volver antes.

Le acaricio la mejilla.

—Yo también te extrañé, no sabes cuánto. Los primeros días fueron terribles para mí. Me sentía muy sola —suspiro—. Pero es algo que necesitaba. Pude reflexionar sobre muchas cosas, y sanar heridas que seguían haciéndome daño sin darme cuenta del todo.

Asiente con la cabeza. Y recuesta la cabeza sobre mi pecho, y acomoda suavemente la cara sobre mi piel. Siento el suave roce áspero de su barba, le acaricio el cabello rubio.

Siento que vuelve a poner una mano en mi abdomen. Lo escucho suspirar.

—Cuando Finnick y Annie me contaron que iban a tener un bebé..., —me quedo en silencio, escuchándolo con atención—. No lo sé, por supuesto que deseaba lo mejor para ellos. Pero no pude evitar pensar en qué hubiera sido si...

No se atreve a continuar. Exhalo lentamente el aire por la boca.

—Lo sé, me pasó igual —confieso—. Es inevitable, supongo. Más porque el médico me dijo que quizás no pueda embarazarme jamás.

Se queda callado, siento su respiración tranquila sobre mi piel.

—Era algo en lo que no había profundizado nunca, y que evitaba a toda costa por lo terrible que fue —dice, suena tranquilo—. Y fue muy duro tener que enfrentarme a ello. Pero la terapeuta me ayudó mucho. Me hizo ver las cosas de diferente manera —sigo acariciándole el cabello mientras él sigue hablando—. Porque el motivo de mi tortura por supuesto que tenía que ver con el terror que viví ese día contigo. Pero era más porque solía pensar en todo lo que jamás tendría con mi hijo. Y sé que el tiempo fue muy poco, y teníamos mucho por vivir... Pero, a final de cuentas, el futuro nunca es algo seguro. ¿Sabes? Y es un error confiar por completo en que nuestros planes se llevarán a cabo algún día. Es mejor disfrutar y agradecer lo que tenemos ahora, porque no sabemos y no podemos controlar lo mucho o poco que durará.

¿Y si el tiempo no lo cura todo? [Everllark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora