Capítulo 21

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—¿Vuelves mañana? —le pregunto, mientras sostengo el celular y me acomodo en la cama.

Lo miro a través de la pantalla. Tiene el cabello húmedo, y se escucha la televisión de fondo. Le da una mordida a su hamburguesa.

—Si, pero ha sido una locura —traga—. Apenas y tengo tiempo para comer algo, o para siquiera parpadear. No han sido fáciles de convencer —suspira—. Creí que sería más sencillo.

—Lo imagino.

Veo que bosteza.

—Lo único que me alegra es que ya casi termina. Apenas y he salido del hotel —me mira—. ¿Tú cómo has estado?

Recuesto la cabeza en la almohada. También bostezo.

—Bien, finalmente descansando. Comienzo a recordar lo que se siente estar tranquila —sonríe—. Comienzo a sentir que por fin el estrés está saliendo por completo de mi sistema.

—Eso es bueno —señala—. Y tendrás la ventaja de poder descansar unos meses y estar relajada hasta que nazca el bebé.

—Si, ya después será enfrentarme a otra clase de estrés. Supongo.

Asiente con la cabeza.

—Será diferente. Será difícil adaptarnos, pero también sé que valdrá la pena —suena sincero—. He estado buscando algunas ideas para decorar la habitación de a lado. Incluso Johanna me ha dicho que ella podría ayudarnos a pintar.

Abro los ojos con sorpresa. Ni siquiera había pensado en ello. Parece que está más involucrado en esto de lo que creí.

—¿De verdad?

Asiente con la cabeza.

—Si, podríamos aprovechar bien el espacio para poner varias cosas. Te mostraré las ideas cuando regrese, y así podemos elegir el que más te guste.

—¿El que más me guste a mí? —inquiero, él asiente con la cabeza—. ¿Y yo porqué?

—Bueno, tú eres la mamá. Y tienes mucho mejor ojo para esas cosas. Tu lado artístico también ayuda.

Me río.

—Supongo.

Le echo un vistazo al reloj. Llevamos casi dos horas hablando. Y quisiera seguir, pero seguro él estará cansado y querrá poder descansar un poco antes de enfrentarse al siguiente día.

—Bueno, será mejor que colguemos ahora —le digo—. Necesitas terminar de cenar, y descansar un poco.

Pienso que quizá me contradecira o intentará negarlo. Pedirme que hablemos un poco más. Pero solo asiente con la cabeza, y me mira a través de la pantalla. Se queda un momento en silencio mientras me mira.

Es como si quisiera añadir algo. Decir mucho más. Pero se queda callado y tan solo sonríe un poco.

Me acomodo en la cama, noto que se acentúa la presión en mi pecho. La presión que parece cada vez que recuerdo lo mucho que lo extraño.

Trago, y también me obligo a sonreír.

—Descansa —susurro—. Te amo.

—Y yo a ti.

Lo miro por última vez. Y le cuelgo antes de que no pueda hacerlo.

Me quedo en la cama, y dejo el celular a un lado, en el colchón.

Me quedo mirando el techo, mientras el eco de nuestras voces va desapareciendo, y va siendo consumido por el silencio de la casa.

Lo echo tanto de menos. Y quisiera negarlo, pero estos días no lo he pasado del todo bien.

Es quizá por esto que detesto tanto estar sola. Es como si revivieran algo dentro de mí. Algo que no consigo reconocerlo del todo.

No sé explicarlo, ni tampoco todo lo que siento. Es como si mi subconsciente lo recordara. Pero, por más que me esfuerzo, no logro encontrar el origen.

No lo sé. Es algo que está dentro de mí, muy al fondo. Que ha surgido ahora que he vuelto a encontrarme sola.

Le echo un vistazo al lado vacío de Peeta. Sintiéndome patética por un momento.

Él vuelve mañana. No es para tanto.

Sigo en silencio. Y casi sin pensarlo, me acomodo donde él suele dormir.

Intento quedarme dormida. Pero, sea lo que sea que me tiene inquieta, no me deja en paz. No me deja estar tranquila.

Es como si cientos de pensamientos cruzaran por mi cabeza, agobiándome, pasando a mil por hora. Sin dejarme en paz, incrementando la ansiedad que aparece dentro de mí.

No quiero hacerlo, pero no dejo de sobre analizar todo. Su silencio, sus palabras, sus gestos. Y en particular, la última parte de la llamada.

Pienso en lo mucho que me he esforzado por ser cautelosa. Midiendo cada palabra, cada movimiento. Como si temiera inquietarlo o incomodarlo.

¿Siempre ha sido así?

No consigo recordarlo.

¿O en realidad ha cambiado su actitud? ¿Su manera de comportarse conmigo?

Sacudo la cabeza. Y llevo los dedos a la pulsera que tengo en la muñeca, como si buscara aferrarme a la parte de él de la que estoy segura de que me ama.

Repaso lo que me dijo aquel día, cuando me la dio. Intento convencerme de que todo está bien, y que los problemas tan solo son producto de mi mente.

Él me ama. Yo sé que sí.

Me lo repito mil veces, aunque una parte de mí comienza a dudarlo.

Sé que solo estoy viendo cosas donde no. Y quizás ni siquiera debería tomármelo personal. Porque dudo mucho que el problema tenga que ver conmigo.

Muevo la cabeza una vez más. Me obligo a frenar de una vez por todas y cierro los ojos.

Lucho por quedarme dormida. Lo consigo después de un rato.

Pero no va mejor. Es como si toda la preocupación de estos días se manifestara en mis sueños. Las sensaciones son demasiado vividas y angustiantes.

Me siento extraña, con un extraño presentimiento en el pecho. Con imágenes difusas. Y una sensación asfixiante en el pecho.

Reconozco la horrible sensación. Como si no hallara suficiente oxigeno por más que mis pulmones lo intenten. La sensación de estar bajo un miedo profundo, que no me deja pensar ni hacer nada para poder controlarlo.

Lo he experimentado antes. Y una vez más, los recuerdos me hacen una mala pasada, porque aparecen en mi mente memorias que quisiera borrar para siempre. Recuerdos que lucho por mantener guardados en lo más profundo de mi mente para que no salgan jamás. Recuerdos que esta noche me atormentan.

Lucho por despertar. Y cuando lo hago, las cosas no mejoran. Y no ayuda el hecho de recordar que me encuentro completamente sola.

Tengo la respiración agitada, y el corazón latiéndome deprisa. Me siento en la cama, intento controlarme, pero no lo consigo.

En un acto de reflejo, estiro la mano y enciendo la lámpara de la mesita de noche. Me cubro la cara con las manos y lucho por controlarme.

Respiro despacio. Una y otra vez. Y trato de alejar los recuerdos traumáticos que insisten en reproducirse en mi cabeza.

Recuerdos de cuando perdí a todas esas personas que eran tan importantes para mí.

Intento calmarme, pero es como si mi cuerpo intentara advertirme algo. Y cuando bajo la mirada. Lo comprendo.

• • •

Nos vemos mañana para el siguiente capítulo.

MK.

¿Y si el tiempo no lo cura todo? [Everllark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora