Capítulo 11

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Conforme pasan los días, pienso que no podría estar mejor. Ahora que Finnick sabe de lo mío con Peeta, las cosas han ido de maravilla. Incluso hemos pasado navidad juntos, y ha dejado de ser incómodo.

Al principio era bastante tenso, demasiado inusual. Pero todo ha ido acoplándose de apoco, y no podría estar más agradecida con Finnick. Porque sé que, a pesar de que aún no parece del todo convencido de mi decisión de estar con Peeta, lo respeta, porque sé que puede ver lo feliz que soy con él, lo felices que somos juntos.

Ha sido extraña la transición. Pero inclusive hemos salido en cita doble con él y con Annie. Y los viernes, se ha vuelto costumbre ir a cenar con ellos y ver películas.

Algo que creí que nos separaría, se ha vuelto lo que nos ha unido más que nunca. Y en verdad que somos felices.

Nada podría ir mejor.

Si, nada podría ir mejor...

Es lo que intento repetirme, y de lo que intento convencerme mientras anoto en la libreta. E, igual que esta mañana, noto la tensión en los hombros, y la incómoda e inconfundible sensación de preocupación, de ansiedad.

A penas y consigo prestar atención a cualquier cosa. Especialmente hoy, me siento demasiado perdida. Es como si sólo pudiera prestarle atención a los pensamientos dentro de mi cabeza.

Reacciono cuando veo que todos se levantan de sus lugares. Los imito, y guardo mis cosas en la mochila.

Sigo a los que caminan delante de mí, sin ser consciente del todo hacia dónde camino. Me sobresalto cuando Johanna se me acerca y engancha su brazo con el mío.

Me mira divertida, abre la bolsa de papel que tiene en la mano.

—¿Pero qué te pasa hoy? —le da una mordida al bisquet de queso y ajo—. Pareces algo distraída.

Se pasa el bocado, y me acerca la bolsa, ofreciéndome un poco. No consigo evitar arrugar la nariz, el estómago se me revuelve.

—¿Eso siempre ha olido así de mal? —me quejo.

Ella frunce el ceño.

—¿Qué? —toma otro y se lo mete a la boca—. ¿Estás de broma? Si también son tus favoritos.

Niego con la cabeza.

—Creéme, ya no lo son.

Frunce todavía más el ceño, me obliga a frenar.

—¿Todo está bien contigo? —pregunta—. Hoy luces algo diferente —me echa un vistazo—. Incluso me atrevo a decir que te ves algo enferma.

—¿De verdad? —asiente con la cabeza—. ¿Por qué lo dices?

Me echa un vistazo, se encoge de hombros.

—Bueno, te ves terrible.

Trago. Evito mirarla a la cara.

Parece que no he logrado esconderlo del todo. Y si ella se ha percatado de ello, nada más es cuestión de tiempo para que Peeta también lo haga. Entonces comenzarán las preguntas y...

—Estos días te he notado mala —inquiere—. ¿Segura que todo anda bien?

Trago.

—¿De verdad me veo enferma?

Asiente con la cabeza.

—Y en verdad que sí —frunce el ceño—. ¿Qué ocurre?

Suelto un suspiro. En realidad no me siento lista para decírselo ni a ella ni nadie. No sé si estoy lista para hablarlo, para escuchar mi voz diciéndolo y haciéndolo todavía más real. Es muy diferente tener el pensamiento rondándote por la cabeza todo el rato a decidir soltarlo con palabras.

¿Y si el tiempo no lo cura todo? [Everllark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora