Capítulo 23

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La miro, y sigo viendo la pena que la ha estado carcomiendo desde que despertó hace unas horas.

Ya no hay lágrimas, pero me temo que algo peor ha surgido. Un dolor tan profundo y espantoso, que en lugar de salir, es como si la devorara por dentro; destruyéndola, y dejándola sin nada más que vacío.

Apenas y ha hablado conmigo. Se ha quedado callada todo el rato, acostada, intentando dormir.

He querido hacerle preguntas. Pero no quiero lastimarla más obligándola a recordar y revivir todo de nuevo.

Trago, y cubro su mano con la mía con cuidado. Eso parece hacerla reaccionar. Abre los ojos y me mira.

—Kat —susurro con cautela, y me acerco, sólo un poco más.

Quiero preguntar cómo se encuentra, pero no sé cómo hacerlo sin estropearlo todo y tocar un tema sensible.

Sólo nos miramos. Y temo llegar a desconectar el suero o alguno de los cables de los monitores; aún así, me siento con cuidado en la orilla de la cama.

Ella se incorpora. Sus ojos se ponen cristalinos, y se deja cuando la atraigo hacia mí para abrazarla.

La acerco a mí, tanto como puedo, y la abrazo con fuerza, cuidando de no lastimarla. La escucho sollozar, y siento cómo su cuerpo se sacude de manera brusca. Aprieto los labios en su cuello, intentando contener las lágrimas, pero no consigo hacerlo, se me escapan de los ojos y le mojan la piel.

—¿Por qué siempre tengo que perder a las personas que amo? —se lamenta, mientras se aferra a mi espalda—. ¿Por qué?

Escucharla, sólo me rompe más el corazón. Noto el nudo que se me forma en la garganta, que me impide hablar sin que se me rompa la voz, que impide que pueda controlarme.

—Eso no es verdad —susurro, le acaricio la espalda—. Me tienes a mí, a Finnick. Incluso a Annie.

Quiero decir más, pero nada me sale de la boca. Y en realidad dudo que existan palabras que puedan hacerla sentir mejor. Que puedan aliviar un poco la pena que la carcome por dentro.

Le beso la mejilla, me niego a soltarla.

Me quedo así con ella por un buen rato. La abrazo hasta que se escucha que abren la puerta. La suelto con cuidado y regreso al sillón.

Veo que entra una enfermera. Han traído su desayuno.

Lo acomodan con la mesita, frente a Kat. Y después sale.

Ella se le queda viendo a la comida. Pero no hace nada.

Destapo los platos, y le tiendo el que tiene la fruta.

Solo niega con la cabeza, y vuelve a acostarse en la cama.

Le acaricio la mejilla.

—Tienes que comer algo, o vas a debilitarte.

Me mira con esa mirada rota y enrojecida, fatigada de tanto llorar. Algo se rompe más dentro de mí. Más porque sé que no hay nada que pueda hacer para que se sienta un poco mejor.

—No tengo hambre —murmura—. Te lo doy. Tampoco has comido nada desde anoche.

Niego con la cabeza.

—Lo necesitas más que yo —le acaricio el cabello—. Anda. Así te recuperarás más rápido y podremos ir a casa.

Ella sigue mirándome. Pero, esta vez, ya no dice nada.

Sigo intentando hacer que coma. Pero mis esfuerzos son en vano, porque no consigo nada.

Ella ni siquiera se molesta en discutirme o resistirse. Sólo se queda acostada, mirando hacia la ventana.

¿Y si el tiempo no lo cura todo? [Everllark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora