Capítulo 27

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—¿Sigues sintiéndote desanimada? ¿O has pensado en hacerte daño últimamente?

Miro al frente, donde los ojos oscuros y firmes de la mujer que sostiene el bolígrafo y la libreta esperan mi respuesta.

Sé que no sirve de nada intentar mentirle. Me lo ha dicho un montón de veces esta semana.

Al parecer cuanto más honestas sean mis respuestas, mejor podrá ayudarme a que me cure. Aunque temo que eso signifique que me recete más medicamentos.

Asiento con la cabeza.

—Me ha costado conciliar el sueño últimamente. Y cuando no puedo dormir, sólo puedo pensar en... —trago, noto que se me llenan los ojos de lágrimas—. Ya sabe.

Frunce ligeramente el entrecejo, sigue mirándome con atención, analizándome.

—¿Y qué es lo que te detiene? —se retira los anteojos de la cara—. ¿Por qué terminas retractándote?

Trago una vez más. Aprieto con más fuerza el pañuelo que tengo en la mano.

—Peeta —noto que la mano me tiembla cuando intento limpiarme la cara—. Él..., no lo merece. Ha estado esforzándose mucho para que yo esté bien. Y si lo hiciera...

—¿Y si él no estuviera? —me interrumpe, su mirada se vuelve más dura—. Si él no estuviera contigo, ¿podrías decidir por ti misma si deberías seguir viviendo o no?

Ni siquiera intento darle una respuesta esta vez. Porque no sé qué decir.

Ella se inclina un poco, sigue analizándome.

—El problema es que sigues intentando decidir qué es lo mejor para los demás, actúas solamente para complacerlos, para que ellos estén bien. Pero, ¿qué hay de ti? ¿Cuál es tu razón para seguir respirando? Hasta que no encuentres un motivo que sea sólo tuyo, esos pensamientos no desaparecerán jamás. Sólo tú puedes decidir si realmente estás dispuesta a salir de esta situación o no.

No espera que le responda, comienza a apuntar en su libreta. Y segundos después, me entrega la receta.

—Seguiremos con la misma dosis, ¿de acuerdo? Te veo en tres días.

Asiento con la cabeza, y tomo el papel que me extiende.

Salgo del consultorio y espero el metro en la estación.

Suspiro.

Siempre dicen que ir a terapia es lo mejor. Y sé que apenas he comenzado esta semana, pero no parece demasiado prometedor. Mucho menos con los antidepresivos que me mandaron.

Ahora, me es imposible dormir por las noches, me siento mareada y débil todo el tiempo. Y mucho más ansiosa que de costumbre. Pero, por palabras de la doctora, todo es normal.

Lo detesto, detesto todo esto. Pero trato de intentarlo. Y quizá la psicóloga tenga razón, porque sólo lo hago por Peeta y Finnick; para demostrarles de alguna manera que de verdad me interesa mejorar y seguir con mi vida.

Pero tengo que convencerme a mí misma de que de verdad quiero mejorar y luchar por salir.

Miro a mi alrededor, observando cómo todos viven en su propio mundo. Cómo viven sus vidas con normalidad, como si nada estuviera perturbándolos del todo. Y los envidio.

Cómo quisiera recuperar mi vida. Volver semanas atrás y volver a ser yo. Dejar de ser esta desquilibrada versión mía que no logra reconocerse, ni recordar quién solía ser.

O quizá nunca supe quien era en realidad, y por eso ahora que me encuentro tan perdida, no sé cómo volver.

Las puertas metálicas se abren. Y subo, al igual que las demás personas.

¿Y si el tiempo no lo cura todo? [Everllark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora