Capítulo 24

95 13 3
                                    

Nunca hay que dar nada por hecho.

Mi primera regla, la única que debía seguir al pie de la letra. Y la primera a la que decidí no hacerle caso.

Los ojos se me han secado de tantas lágrimas. Y ahora que finalmente el llanto ha cesado, ha llegado algo mucho peor.

Ahora, ha surgido un vacío profundo. Un vacío que dudo mucho pueda ser llenado de nuevo.

Ahora no hay más que dolor puro. Un dolor y una pena que parecen absorber todo de mí, incluso cada una de mis lágrimas.

Ya no hay nada que pueda distraerme. Antes estaba tan atareada con la escuela, con todo lo que estaba pasando en mi vida, que tan solo seguí el rumbo, sin detenerme.

Sólo vivía, intentando evadir lo que estaba destruyéndome por dentro, usaba la escuela y todo lo demás para evitar enfrentarme al tormento. Y ahora, finalmente estoy sola con mis pensamientos. Mi mente y yo, nada más, y no me gusta lo que hay dentro.

Ahora es como si la tristeza se multiplicara, como si este dolor se sumara al que ha estado guardado dentro de mí desde hace tanto. 

Un dolor que creí que terminaría borrándose con el paso de los años. Pero no. Al parecer siempre estuvo ahí. Y ahora ha salido nuevamente a flote.

Reconozco la sensación. La identifico por un recuerdo viejo y terrible. De los días posteriores a la noche en que me dijeron que mis padres habían muerto en un accidente de auto.

No sé explicarlo, sólo sé que es una sensación que me consume por completo. Es como estar en una especie de trance, donde pienso en todo y en nada a la vez.

Es como si viviera dentro de mi cabeza, donde apenas y soy consciente de mi respiración, de los sonidos a mi alrededor.

Ni siquiera hablo, tampoco como. Nunca me da hambre, es como si estuviera viva de manera automática.

Me siento cansada, muy cansada. También estoy adolorida, y amanecí con una jaqueca terrible.

Escuché a Finnick decirle a Peeta que quizá estar en casa me haría bien, pero no veo gran diferencia. Llegué ayer, pero me la paso todo el tiempo sentada en la cama, sin ánimos para hacer nada, solo con ganas de dormir todo el día.

Volteo hacia la puerta cuando escucho pasos. Es Peeta. Veo que entra, tiene un plato de sopa en las manos.

Me ve, y lo escucho suspirar. Se acerca, y deja el plato a un lado, en la mesita de noche. Se sienta en el borde de la cama y me acaricia la mejilla.

—Kat —me mira, parece preocupado—. Tienes que comer algo. No puedes seguir así.

Sigue acariciándome la mejilla, pero me siento incapaz de hacer algún movimiento para indicarle cualquier cosa.

Me toma la mano, veo el tormento en su mirada, la tristeza contenida. Y algo debe estar muy mal conmigo, porque ni siquiera eso consigue reaccionar, no consigo sentir nada.

—Detesto verte así —susurra—. No puedo perderte a ti también. No podría soportarlo.

Trago, y sólo me acuesto mientras cierro los ojos, deseando con todas mis fuerzas poder estar nuevamente bajo los efectos de la anestesia que me administraban en el hospital. Porque al menos así podría librarme de esta carga. Al menos así podría dejar de sentir el cuchillo que sigue clavándose en mi corazón.

Podría liberarme de la culpa. Porque mi única tarea era protegerlo, y ni siquiera he sido capaz de hacer lo que cualquier mujer se supone que hace; resguardar a su bebé y mantenerlo a salvo para que nazca.

¿Y si el tiempo no lo cura todo? [Everllark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora