Capítulo 5

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Hoy es mi décimo cumpleaños. Como parte de sus responsabilidades, Hugo se presenta para escoltarme y no sé si se acuerda. No hay ninguna señal en su cara que me diga que me ha preparado una sorpresa. Aunque, desde que lo conozco, siempre me ha dado la impresión de ser muy serio. 

Su saludo matutino es muy seco y eso me baja los ánimos. 

¿Qué acaso es un títere? No recuerdo haberlo visto sonreír.

Camino detrás de él, dando pasos cada vez más flojos. Quiero que Poe aparezca con mi regalo ya. Es posible que, en este momento esté descansando en su habitación. Apenas ha cantado el gallo.

Hugo gira por un pasillo, luego por otro, y de repente, yo me detengo... 

¡Hugo ha girado por un pasillo que no conduce a la sala de meditación!

Significa que me tiene una sorpresa.

Doy saltitos y lo alcanzo antes de girar en otro lado. Luego giramos de nuevo, una, y otra, y otra vez. Me está mareando...

—¿Hugo?

—¿Mi señora?

—¿Qué haces? —No espero la respuesta y me detengo. Mis pies ahora están cansados—. ¡Sólo estamos dando vueltas! —Me quejo. Él gira de nuevo en otro pasillo y desaparece. ¿A qué está jugando? Ya es tarde, debería estar meditando—. ¡¿Hugo?! —¿Qué acaso estoy en un bucle? Doy un resoplido y me pongo rumbo a la sala de meditación. Hace mucho que quedó bastante lejos. Si un viejo me llega a ver sin escolta y andando por ahí, me regañará. Lo último que quiero en este momento.

Camino una larga distancia y mis piecitos sufren.

Llego a la pesada puerta de madera que me hace pensar en una fortaleza. Requiero un montón de fuerza para abrirla. Eso me enfurece y estrello todo mi cuerpo para lograr que se mueva poco a poco con un rechinido. Caigo en cuenta que es la primera vez que la abro por mí misma. Un logro desbloqueado.

La puerta se abre a penas unos centímetros y dentro, me encuentro con todos. El grupo de los seis guardias está reunido, con un par de globos y pastel, como las reuniones que hace la gente normal. Sigo empujando la puerta, pero con cada pasito, pierdo fuerza por la sorpresa.

—Felicidades, mi señora —Poe es el primero en hablar y detrás de él, saca una cajita de madera con una florecilla azul. No me lo puedo creer. De hecho, la enorme puerta que estoy sosteniendo, me pesa, y mis bracitos ceden de la nada. La entrada de la fortaleza exige volverse a cerrar.

Un instante al otro estoy de nuevo fuera.

Dentro escucho unas risitas.

Así, mi celebración del décimo cumpleaños es un evento muy especial. Así como quería, algo que me hiciera sentir bastante normal.

Hugo aparece de pronto, tiene un ramo floral que me da, luego me ayuda a entrar. Lo primero que hago, es desayunarme casi la mitad del enorme pastel. Teo me dice que lo preparó una señora de la cocina, después de que hicieran algunos trabajillos a cambio. ¡Hasta Poe tuvo que ayudar a lavar los platos! Quisiera haberlo visto.

Y los regalos, bueno, el de Poe es un broche muy bonito de una mariposa para el cabello. Es algo que compró durante el festival de hace unos meses. Elián me da una pulsera muy bonita hecha a mano. Teo unos guantes para el frío. Lucas un juego de mesa que dice me enseñará a jugar mañana. Adrián un suéter amarillo que me queda un poco grande. Me lo pongo ahí mismo, jamás he vestido otra cosa que no sea el vestido blanco. Hugo, bueno, dice que las flores no las había cortado, por eso quiso hacer más tiempo llevándome por los pasillos de un lado a otro...

EloínaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora