Capítulo 15

19 3 1
                                    

"Las paredes del castillo, aunque vacías, susurran historias mías"

Liam nos transporta a un lugar detrás de unas cabañas y me pide esperar oculta en algunas montañas de leña.

Me agacho y aguardo casi diez minutos, entonces aparece con un caballo negro. Es enorme e imponente. De su boca expulsa vaho y las riendas lo hacen babear un poco. Liam está sobre él y me extiende una mano para ayudarme a subir. Me acomoda enfrente de él y cuando coge las riendas, cabalga con lentitud por una calle transitada.

Oculto la cara en el gorro y me abraza para sostenerse del cuerno de la montura. Pasamos al lado de algunos soldados y me pongo algo nerviosa, pero él maneja al animal detrás de ellos, sin rebasar.

El sol aún no ha salido y creo sólo por eso pasamos desapercibidos. Así hasta que conseguimos tomar el camino hacia la siguiente aldea, un letrero dice cómo se llama: Versteck der Sterne. Escondite de las estrellas. El nombre me suena, pero no consigo recordar de qué exactamente.

—¿Por qué elegiste este lugar? —Pregunto para sacar algún tema de conversación. Estar pegada a él hace que el frío se sienta menos, pero, aun así, mis manos están heladas.

La nieve cae en plumas ligeras y todo alrededor está sumido en bastantes capas.

—Cuando buscaba lo de las linternas, encontré este lugar —se detiene en un acantilado y me señala un castillo lúgubre—, es un templo a los antiguos Arcontes. Está abandonado y me pareció buen lugar para ocultarnos.

Lo miro por buen tiempo, durante casi todo el recorrido. Imagino cómo pudo haberse visto con personas. Las torres están manchadas de algo oscuro y todo está gris. La nieve y el cielo nublado hacen que luzca más sombrío. Me hace pensar que aquí ocurrieron cosas malas.

Al llegar, baja primero del caballo y me ayuda alzándome de las caderas. Ata al caballo en una valla de metal y me coge de la mano.

Mis pies se hunden en la nieve. Avanzamos hasta el interior. Allí todo está destrozado.

Encuentra un candil y lo enciende con algunos cerillos que halla en el cajón de lo que parece fue una cocina.

Me guía hasta una chimenea y tira algunos trozos de algún mueble destrozado para encender el fuego y me siento de cuclillas allí para recibir el calor.

—Podemos quedarnos aquí hasta que los chicos nos alcancen. —Dice, trozando más madera para apilar.

Pienso en el enorme lugar. Está vacío, pero me imagino que, si pudiera proyectarme, encontraría almas perdidas rondando por todas partes.

Quién iba a pensar que después de obtener la "libertad" que tanto quería, extrañaría el palacio de Râqîa, mi antigua rutina y toda la atención que me daban.

Aprieto mis rodillas y recargo la cabeza en ellas. Debo hacerme la idea de que aquello quizás no vuelva, que mi vida ahora es escapar de todo, hasta encontrar el rito que rompe mi fijación a la ciudad.

Intento hacerme la idea de que cuando pueda separarme del cuerpo, aquí es donde puedo restaurar el orden.

—Espérame aquí, volveré pronto. —Me quedo allí, viendo cómo se aleja y desaparece por un arco de piedra.

Después escucho que el caballo relincha y me acerco a mirar por una ventana agrietada y opaca. Está subiendo sobre el caballo.

Salgo. Las huellas marcan que se ha ido hacia lo alto de una colina. Por encima de los árboles, noto un hilo de un humo. Quizás el fuego de alguien más. Pero dijo que este lugar estaba abandonado...

EloínaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora