Capítulo 18

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"La rata astuta logra una pequeña venganza sin levantar sospechas"

Liam.

Nina se ha ido a ver a los muchachos y me quedo a lo lejos, observándola.

Poe anoche vio la sortija en mi mano y no reaccionó. Creí se mostraría celoso, pero no.

Me pregunto si está de acuerdo en compartirla.

—Liam —Llega Lucas desde atrás—. Nina quiere que sigamos trabajando en el grimorio.

Asiento con la cabeza y lo sigo escaleras arriba. Allí le dicto todo lo que recuerdo y él se dedica a escribir.

Pienso en lo que seguirá después. Nina debe bajar a restaurar las linternas. Habrá que tallar el ataúd con runas y yo no puedo acompañarlos allí. Esa cosa brilla cuando transporta a sus pasajeros. Quizás lleva la runa de la luz.

Busco a César y él se muestra descontento al verme. Sé que no lo traté de la mejor manera y solamente lo busco cuando quiero sacarle provecho. Hoy no es distinto.

Le pregunto sobre las runas talladas en ese rito. Me confirma lo que pensé. Dice que hay más maneras de bajar allí y están creadas para los cazadores. Pero no me revela de qué se trata, quiere algo a cambio.

—¿Qué? —Le suelto y no puedo evitar rodar los ojos, fastidiado. Lo veía venir, pero ¿qué puede necesitar un mendigo como él?

—Quisiera ver a mi familia. —Responde. Espero que se explique mejor—. Tengo una mujer y una niña en la comarca del viento.

Eso está muy cerca del territorio de los Kitan. Necesitaría todo mi poder para llevarlo allá.

—No. —Digo muy firme—. Apuesto que puedes tenderme una trampa. Tú y los soldados conocen mi única debilidad.

César aparta la mirada, sabe que no está en posición de exigirme nada. Una petición de Nina sobre el tema y nos suelta el secreto. Tan solo debo decirle que se lo pida ella.

Me marcho, con la intención de buscarla y mencionárselo, pero me detiene Tamara. Quiere que le ayude con mandados a la aldea. A ella no le niego la ayuda. Su abuela ha sido muy considerada con nosotros.

Al volver al castillo, encuentro a Nina y César esperándome en la entrada principal. César está nervioso. Nina está sería. Entiendo lo que ocurre. Él fue a pedirle el favor antes de que yo la convenciera.

—Arg. Ya sé lo que vas a decir. Mi respuesta es no.

Camino cargando la reja con provisiones derechito a la cocina y ambos me siguen como patos.

—Él necesita reunirse con su familia. —Empieza a hablar ella—. Y yo quisiera que entregues un mensaje.

Me giro a mirarla. Obviamente tengo la obligación de seguir sus órdenes. Siento las ganas de inclinarme de rodillas cuando ella necesita cualquier cosa. La sombra y yo somos sus esclavos.

—¿A quién?

—El rey.

Dejo la reja en una mesa y me restriego una mano en toda la cara.

—Bromeas, ¿no?

—Es importante.

—Maté al rey, Nina. No les gustará ver a la sombra del Arconte entregando un mensaje.

—Quiero decretar algunas leyes y necesito hablar con el líder. Tú eres el único que puede comunicar mis palabras.

—¿Y si algo sale mal? ¿Entiendes que pueden asesinarme en cualquier momento? —Bufo. Ella no puede imaginarse el peor de los escenarios—. Dejarte sin un protector les conviene.

EloínaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora