El tormento de Jena durante mis sueños no cesa.
Creo han pasado tres semanas desde que empezaron las pesadillas. Cada que duermo es el mismo cuento. Y no es como si me diera muchas opciones, porque si decido ayudar, alguien muere. Pero si decido no hacer nada, Liam sufre. Es un martirio y un bucle del que no me deja escapar.
Algunos días no puedo dormir por lo mismo, y como hoy, mi aspecto lo delata.
Poe sigue en observación en la enfermería y paso a saludar. Ya tiene mejor aspecto. Lo encuentro mirando por la ventana, en su silla de ruedas.
—¿Por qué te ves así? —Pregunta. Me clava una mirada juzgona.
—¿Así cómo?
—Más fea que de costumbre. —Molesta, en medio de una risita. Por suerte para él, no me puedo vengar de un enfermo.
Le cuento lo que me contó Jena. Él entiende que es algo muy serio de lo que ya no puede reírse.
—Supongo que estoy condenada a pasar los siguientes noventa años soñando. —Y no cosas bonitas, cosas perturbadoras.
Poe está en su silla de ruedas, así que me dejo caer en su cama. Está algo fresca, es cómoda. Si no tuviera miedo de soñar, ya habría quedado rendida y estaría roncando.
Alcanzo una almohada y la abrazo muy a gusto.
—Creo me terminaré volviendo loca... ¿Entre tus ritos, existe algo para exorcizar? Esa bruja decrépita me ha lanzado una maldición. —Sufro con un grito ahogado en la almohada y luego escucho que la silla de Poe se acerca.
—Entonces, ¿lo que quiere es que el ritual allá abajo se complete? para purificar a los demonios, y ¿liberar su alma para guiar en otro territorio?
—Ajá...
—Hagámoslo.
—¿Tú estás loco o qué? ¿Olvidas la parte en la que narré que alguien de nosotros sufre como tú o muere?
—¿En tus sueños, qué edad teníamos?
Me incorporo y me recargo en los codos. Poe cruza las manos encima de un libro que reposa sobre sus piernas, casi entusiasmado.
—¿Crees que, de mayores, quizás tengamos oportunidad? —Esto no se me había pasado por la cabeza. ¡Tiene tanta razón!
—Podríamos prepararnos, ya sabes, como los centinelas.
Los centinelas entrenan durante años para las artes marciales y ejercicios físicos. Quizás, con la fuerza de un adulto, se pueda derrotar a aquellos locos de las lámparas.
—Eres un genio, Poe.
—Lo sé.
—¿Pero, no te da miedo? —Me refiero por lo que él ha pasado. Al principio, sus dolores eran tan intensos que pasó muchos días anestesiado. Poe ha sufrido más que ninguno de nosotros. Esto lo tiene que decidir él, no yo.
Ahora estoy con los pies colgando sin llegar al suelo. Poe se hunde de hombros y gira rápido en la silla para darme la espalda.
—Si te tengo a ti, no me siento perdido. —Finjo que no lo escucho, porque lo ha dicho tan bajito que me parece una confesión—. Que yo sepa —cambia de tema muy rápido y me siento en la cama—, no prohíben a un guardia entrenar. Creo que tenemos oportunidad.
—¿Escuchas, Jena? —Hablo a la nada—. Ya puedes dejarme en paz. ¡Lo haremos!
Poe ríe.
Un anciano que va caminando se detiene en la puerta.
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Eloína
FantasyNina es la Arconte de Râqîa, una ciudad donde la paz y la armonía reinan. Su deber es proyectar su alma al mundo espiritual y vigilar que todo esté en orden. Pero Nina odia su trabajo. Le parece aburrido, solitario y doloroso. Ella solo quiere ser u...