Capítulo 17

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"Densa oscuridad"

Es de noche y Liam me dice que debemos bajar al río.

Me da algo de miedo.

El camino es muy oscuro y aunque ilumina todo con una antorcha, es difícil avanzar por la nieve. Llevamos al caballo cargando algunas jaulas, leños y mantas. No quiere decirme de qué se trata.

También nos acompaña César. Para ser la primera vez que le deja salir desde que llegó, no luce muy contento. De hecho, lo noto nervioso. Tiene marcas en las muñecas por las cadenas. Su herida en la cara ya casi ha sanado y ya no está tan escuálido como cuándo llegó.

Me da algo de sueño y el frío no ayuda a mantenerme despierta. Voy dando tropiezos y cabeceando, por eso choco con Liam cuando él se detiene en seco.

Miro por encima de su hombro. El camino se ha terminado. Frente a nosotros está el río.

Observo cuando se pone a bajar los leños del caballo y comienza a encender una fogata. Dudo que quisiera ir de excursión a mitad de la noche.

Me soplo las manos y me doy un auto abrazo, derritiéndome junto al fuego. Liam empieza a preparar cosas en el piso. De las jaulas saca un conejo y una marmota. Las ata con una soga y estos se retuercen. No me gusta.

—¿Qué sigue ahora? —Le pregunta a César.

—Ella tiene que entrar al agua y cuando termine de decir los ritos, hay que cortarles el cuello a los animales y sumergirlos.

Me pongo nerviosa.

¿Qué voy a entrar a dónde? ¿Para qué?

—¿Qué está pasando, Liam? —Exijo saber. Él al fin me presta atención y se acerca sin mirarme a los ojos.

—Es el ritual para eliminar tu conexión con Râqîa. —Revela. Le doy un golpe en el hombro. Pudo haberme contado desde el principio.

—¿Para eso secuestraste a César? —Bufo—. No había que mantenerlo encerrado.

—Si esto no funciona, lo mato. Si hace cualquier otra cosa que te dañe, le corto el cuello. —La amenaza va para César. Él alterna la mirada entre Liam y yo.

—Funcionará, no hay por qué ponernos tan ariscos. —Suelta César, acercándose al río y colocando la antorcha enterrada en una montaña de nieve.

Ahora Liam se agacha frente a mí y comienza a desabrochar las botas. El frío me entumece los pies y maldigo del dolor. Luego me quita el abrigo y aprieto los labios con las fuertes ráfagas de viento.

¿Enserio tengo que entrar al agua helada?

Es una mierda.

Entro poco a poco, sintiendo dolor, como si miles de agujas me perforaran la piel. El cuerpo me tiembla completo e inconscientemente, afinco las uñas a mis hombros. Liam me mira desde afuera, ceñudo y con los puños cerrados con fuerza.

—Empieza —le ordena y coge a los animales junto con su daga.

César recita las palabras de memoria, con los ojos cerrados y las palmas juntas horizontalmente.

El agua me llega hasta la panza y me agacho para evitar un poco de la brisa helada.

Sangre de inocentes derramamos,
espíritus de sombras invocamos.
Aguas de vida tomamos,
sellos divinos rompemos.
Poder de oscuridad usamos,
Dios a la tierra arrastramos.
Alma suya atamos y ahogamos,
fuerza suya nos otorga y salva.
Así sea, así sea, así sea.

EloínaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora