21.Cuidado, tienes competencia

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Aaron

-Parezco un jodido mesero-mascullé frente al espejo-. Más patético, un puto muñeco de torta.

-Juro por satanás que hubiese preferido que Bela te tragara en lugar de engendrarte-protestó Narkissa.

Le sonreí con inocencia.

-Así te hubieses privado de mi compañía-canturreé.

-Tu compañía es estiércol, pequeño demonio. Cámbiate, y recuerda tu deber.

Mi deber... Eso sí era pura mierda.

Me dejó solo para que terminara de vestirme. Así en este traje parecía un pelele.

En la cena ella y yo nos quedamos solos.

Se notaba que se había esmerado por arreglarse para mí, poco y nada me importó su esfuerzo por hacer que se me pusiera dura con mirarla así de despampanante. En mi opinión era demasiado.

Habló un par de idioteces respecto a su país y sus estúpidas tradiciones que a nadie le importaba un carajo, ¿por qué creyó que a mí sí?

Patética.

Después del postre, que fue lo único de la cena de mierda que disfruté, le metí la mano por debajo del vestido, ella ya estaba mojada para mí. Le metí los dedos sin molestarme en satisfacerla porque ya con el simple hecho de que la tocara se derretía bajo mi dominio.

La tomé del culo mientras le saqueaba la boca y la senté en mi escritorio abriéndole con una mano las piernas.

-Desnúdate-ordené, ella obedeció mis órdenes con una sonrisa ansiosa en el rostro.

Se quitó el feo vestido por la cabeza, no traía más que una tanga negra, la cual también se quitó. Tenía pechos pequeños y una boca con voz chillona que aturdía mis oídos cuando me la cogía.

Ya me la había follado antes de esta cena de formalidad, esto era solamente para conformar a su padre y sus insensatos caprichos.

-Fóllame duro, mi príncipe-colocó los pies sobre el borde del escritorio enseñándome lo que tenía para ofrecerme-. Fóllame, te lo suplico.

-Cierra la boca o cambiaré de idea-le advertí.

Mis grosera forma de someterla y voltearla poniéndola boca abajo contra el escritorio parecía que la ponía más caliente.

Tomé mi verga erecta y la paseé por su entrada mojada antes de metérsela hasta el fondo. Ella comenzó a cantar mientras me empujaba hasta hacer chocar mis bolas contra ella repetidas veces. La tomé de las caderas para impulsarme mejor, a ella le fascinó.

-¡Oh, mi príncipe! ¡Que rico! ¡Más, más, te quiero todo para mí!

¡Perra, ya cállate!

Cerré los ojos, tiré de su cabello rubio y dejé que el orgasmo me alcanzara hasta satisfacerme.

Todavía estaba ensartado a ella cuando me llegó una llamada de Zack. Tenía mi teléfono a mano así que respondí sin salir de su vagina.

-Sí, ¿qué quieres?

Ella abrió la boca con indignación por mi cinismo y falta de empatía.

-Tenemos que hablar, es importante.

-¿Ahora? Estoy ocupado.

-Esto es sobre ella, Aaron-me quedé en silencio. Zack prosiguió-. Él la golpeó.

Miré el teléfono en mi mano sin podérmelo creer.

Zack resumió como podía lo sucedido.

-¡¿Qué él hizo qué?!

Me separé y tomé mi ropa todavía desnudo mientras salía por la puerta.

-¡Ey! Yo no terminé todavía.

-Mastúrbate, por algo tienes dedos.

(...)

Tres días después...

Observé con detenimiento mi nuevo apartamento, era casi de las mismas dimensiones que el que tenía en Sacramento. Las paredes eran de ladrillo sin revestir y tenía una estupenda vista de lo que quería por mi ventana. Vendí los muebles de aquel apartamento, menos el sofá azul. Le tenía un significativo cariño al desgraciado arruina espaldas.

El departamento en Sacramento lo dejé a nombre de Christopher, que podría reclamarlo dentro de poco cuando cumpliera el año que viene los dieciocho.

Al terminar de subir la última caja de mis pocas pertenencias me encendí un cigarrillo frente a la ventana y como un acosador esperé a ver movimiento.

-Wow-se impresionó Zack en la puerta, movía para todos lados los ojos-. Es interesante este lugar.

-Sí que lo es.

Sonreí con discreción, no lo suficiente porque Zack me descubrió hurgando en la ventana.

-Ya veo que estás de buen humor-apretó mi hombro unos segundos-. Hay que aprovechar esos momentos, así que tomaré esa ventaja con tu buen ánimo e iré a ver a mi amor.

Puse los ojos en blanco, le di una última calada al cigarrillo.

-Tú no te rindes, ¿cierto? -dejé salir el humo-. Todavía no comprendo cómo es que ese baboso te perdonó.

Creo que en el fondo (muy en el fondo) sentía envidia de la facilidad que tuvo ese puberto para perdonar las mentiras de Zack.

-Bueno, no fue gracias a ti. Y no le digas baboso-me recordó y rodé los ojos-. Si no me hubieses insistido para infiltrarme y descubrir los secretos y planes de la CIA con mi novio, él no hubiese roto conmigo y hoy estaríamos siendo más que pinches amigos.

-Si no te hubiese ordenado que lo hicieras no lo habrías conocido, ¿eh?-fingí una sonrisa cerrándole la boca.

-Como sea. Tú tienes asuntos que atender más importantes que entrometerte en mi relación, ¿te olvidas?

-Lo tengo controlado.

Estaba confiado de eso.

Zack a este punto dudaba de si era verdad mi posición.

-Deberías hacer algo de verdad con ella, Aaron. Soy amigo y creo que estoy en posición de decirte que la vas a perder, si es que no lo hiciste ya.

La seguridad en su tono en aquello lo último me tomó por sorpresa, generándome un malestar.

-¿A qué te refieres?

Zack estaba a punto de irse, presionó el puente de su nariz.

-Aaron, no la viste como yo. No es el mismo ángel dulce y vivo al que usaste para tu machista venganza. Incluso me atrevería a decir que se ha vuelto un peor demonio que tú, mi amigo-suspiró-. Se ha vuelto cruel, fría, despiadada; toda una maldita perra que te asesinará en cuanto te vea. Así que por más que seas el príncipe de la mafia dueño del inframundo, te sugiero que tengas cuidado, porque tienes competencia.

Jugada Divina [ Trilogía Préstame tu corazón parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora