67.Una confesión

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Narrador omnipresente

0400 horas. La mañana que todo se llevaría a cabo resultó empezar con una fría y pesada neblina que beneficiaba la operación.

Zack Moore iba en un camión en movimiento que se dirigía a Nueva York en un confinamiento reducido a una persona, sin asiento para sentarse, ni siquiera un inodoro para cagar en lo que serían veintiocho horas desde Colorado hasta Nueva York, de las cuales llevaba veinte.

Veinte horas en las que Zack soportó las piernas entumecidas y el cuerpo agotado del viaje, pero aunque la mente se cierre, el cuerpo siente las horas sin descanso.

La falta de alimento, descanso y malas condiciones lo habían reducido a un pedazo de carne machacada y casi podrida. Su cabello dorado se había vuelto una paja amarilla, sus mejillas se hundieron, las manos las traía ásperas del duro piso de cemento en el cual se apoyó, le habían arrancado las uñas, sacado dos dientes y despellejado cientos de veces.

Las torturas de la CIA en los pozos negros era, comparado con lo que le harían si hablaba, un parque de diversiones. Él, a pesar de considerarse un cobarde, sobrevivió a cada tortura inhumana a la cual fue sometido, sin embargo, todo tenía un costo.

Su humanidad.

En los meses de tortura, Zack dejó de llorar, se limitó a sufrir en silencio cada acción a la cual lo sometieran, porque sabía que si hablaba, la Bratva le tendría preparado algo diez veces peor.

¿Lo hacía por lealtad o por miedo? Cualquiera sea la respuesta, Zack aguantó.

"Aguanta, Zack, ya casi llego". Pensaba Aaron desde el jet en el cual metía cartuchos dentro de armas y revisaba el filo de las navajas, granadas, bombas de humo, aturdidores; lo que necesitara para sacarlo finalmente de allí.

Con el paso de las horas que parecieron eternas, Aaron pensó en si había sido buena idea o no involucrar a ciertas personas en el plan, pero debía limitar sus pensamientos, y solo pensar en sacar a Zack de allí de una vez por todas.

Jessica marchaba junto a Aeon hacia el centro de comunicación donde supervisarían el traslado. Tenían poco tiempo e Aeon no dejaba de fastidiarla.

—¿Piensas hablarme en algún maldito momento, mujer?

—Pregúntaselo a tu jefe, tal vez después de follártelo te diga si sigo molesta o no.

—¡¿Que estés ardida porque él y yo lo seguimos haciendo te duele más que esto?! —exclamó la traidora por lo bajo—. Joder, ya te pareces a mi hermana, la culpable de todo siempre soy yo.

—No, me duele que fingieras ser mi amiga, que me des consejos y escucharas cuanto sufrí por él y que a ti te importara un carajo.

—No voy a disculparme por eso. Era mi trabajo mantenerlo en secreto —la detuvo tomándola del brazo. El tiempo seguía corriendo—. Dime, ¿hubieses hablado conmigo si sabías que era una doble agente?

—Claro que no.

—¿Ves? Ambas sabemos la respuesta. ¿Desde cuándo lo sabes?

—Lo sospeché desde que Narkissa no te mató. Después no me fue difícil asociar. Tú y Aaron fueron amantes, tu verdadero nombre no era Sofía sino Aeon, además de todo lo falso... Solo uní las piezas del juego.

—Sí, pero ser tu amiga no fue falso.

Jessica puso los ojos en blanco y siguió su camino con ella detrás.

—Me la suda, lo único que sé es que quiero que esto termine de una vez. Una vez que saquemos a Zack todos ustedes desaparecerán de mi vida.

A Aeon le preocupaba eso, si Jessica se alejaba estaría en más peligro que si seguía con ellos. Todavía había mucho que decir, y Jessica debía saberlo pero en su momento, y solo lo sabría de ser necesario.

Jugada Divina [ Trilogía Préstame tu corazón parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora