31.La venganza pesa más que el amor

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Dimitri

Huang y yo observamos a Kumiko romper con desesperación el regalo que Santa le trajo, una nueva muñeca con auto azul.

—¡¿Cómo supo?! —la niña reflejó sorpresa y felicidad a su papá—. ¡Me encanta! Santa es el mejor.

—Oh, sí. Porque él no pagó esa muñeca— Huang murmuró para mí pasándose la mano por el rostro.

Esa muñeca habrá salido una buena moneda.

Vida salió corriendo para recibir a su dueña recién levantada.

Joder, con el cabello revuelto y la mirada de molestia adormilada era igual de hermosa.

Esta mujer se había instalado en mi cabeza.

—Feliz navidad—dijo tras un bostezo.

—Feliz navidad—le devolvimos con Huang.

Kumiko se levantó del suelo y le llevó la muñeca a una todavía dormida Jess.

—¡Jessica, mira lo que me trajo Santa!

—¡Sí, es muy bella, preciosa!

—Kumiko, amor, ¿me acompañas a poner el desayuno en la mesa?

Para mis adentros le agradecí a Huang, este me guiñó el ojo una vez que se llevó a trencitas a la cocina. Vida fue con la niña en cuanto la llamó.

Me sentía como un niño, igual de nervioso. Jessica por otro lado estaba volviendo de entre los muertos todavía.

Nervioso me le acerqué a darle un beso en la mejilla. Ella al sentir mis labios apenas se movió.

—Que espíritu navideño, chica linda—le corrí el cabello del hombro. Cualquier excusa era buena para tocarla—. ¿Tan cansada te dejé anoche?

—Sorprendida, diría yo.

Por alguna razón, algo me decía que no se refería a lo mismo que yo.

La seriedad de su tono y la frialdad con la que volvía a mirarme... ¿Acaso hice algo?

Después del desayuno navideño, Huang y Kumiko se despidieron de mí para ir a casa de los vecinos más cercanos. Para cuando regresaran yo estaría rumbo a Nueva York, debía volver lo antes posible.

Una vez que me quedé solo con ella, la seguí a su cuarto donde estaban mis cosas.

En el desayuno estuvo callada.

—¿Estás bien? —indagué a su lado mientras armaba el bolso.

—Sí—dijo, aunque suponía que lo decía para complacerme.

Quería respetar su espacio, seguramente las fechas la tenían así, distante e introvertida, por lo que seguí metiendo mi ropa hasta que ella fue quien tocó mi rostro para que la viera, y en cuanto enfoqué ese café oscuro, se puso de puntillas para alcanzar mis labios y sensualmente unirlos.

El placer me invadió, igual que la confusión. Así de emocionado y desesperado me sentía cuando volvía a probarla.

Metí mi lengua dentro de su boca para acariciarle la suya con suavidad. Jessica sabía a dulces fresas. Un sabor explosivamente dulce para mí.

Le tomé el culo y ella gimió sobre mi boca al sentir mi fuerza sobre ella.

Jessica repasó mis hombros hasta mi cuello mientras nos besábamos lentamente dejándonos llevar.

La ropa desaparece de a tirones y de nuevo nos encontramos en la cama desordenada. Jessica recuesta su espalda y yo planto las palmas a los costados de su cabeza colocándome en medio, con las piernas ella me abraza y caigo sobre su cuerpo devorándole la boca, mis manos toman sus pezones y amaso sus tetas con ella tomándome del pene, empezando a masturbarme con deseo y hambre. Dejé salir un sonoro gemido con sus caricias.

Jugada Divina [ Trilogía Préstame tu corazón parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora