Jessica
—Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti. Feliz cumpleaños, querida Kumiko. ¡Feliz cumpleaños a ti! —Huang y yo le cantamos a Kumiko con el amanecer.
La niña sonrió ante el pastel que le había preparado su papá en la cama. Yo ayudé también, como pude.
Kumiko se talló los ojitos y sopló las ocho velitas que le puso su papá. Vida le limpió la cara llenándola de besos.
En los diez días siguientes ayudé a Huang con el trabajo de campo por más que al principio se negó, me sirvió para enfocar mi cabeza en otra cosa, lejos de Nueva York.
A Vida le costó acostumbrarse a convivir con otros animales más grandes que ella, perseguía a los caballos o les ladraba hasta que dejó de darles importancia.
Kumiko era una niña dulce, se parecía a su papá. Era educada y correcta, sin perder la inocencia de la niñez con grandes sonrisas y siempre con una muñeca en la mano.
—Estas son las mañanitas...
Cuando Huang comenzó a cantarle a Kumiko, la nostalgia me invadió. Recordé a mis padres despertándome en las mañanas de mi cumpleaños. Mi papá siempre seguía a mi mamá porque él se olvidaba cada año la letra. Mi mamá me despertaba con amor, y siempre con una sorpresa en mano. Luego llegaba Marcus y me tiraba de las orejas.
Eso se había vuelto un triste y lejano recuerdo.
Ayudé a Huang a lavar los platos después de desayunar. Kumiko por su cumpleaños pidió hacer una pequeña reunión con sus amigas de la escuela, preparamos la casa para la llegada. La familia había hecho amistades con varios miembros del pequeño pueblo donde vivían.
Comencé a inflar los globos verdes y naranjas, los colores favoritos de Kumiko, mientras ella iba contándome al lado sobre la nueva muñeca que su papá le regaló.
—¿A ti te gustan las muñecas, Jessica? —me preguntó mientras peinaba la cabellera de la muñeca.
—Sí. De hecho, cuando era niña tenía todo un cajón de muñecas.
Abrió la boca bien grande de asombro.
—¡¿Algún día puedes mostrármelas?!
—¡Seguro! Si algún día vuelvo a casa, claro.
—¿Extrañas tu casa?
Respondí que sí, aunque no sabía si mi casa en Nueva York o en Sacramento.
—Mi mami siempre me regalaba una muñeca por mi cumpleaños—se acercó para susurrar y puso su manito cubriéndole la boca a un lado—. Pero a escondidas de papá me compraba más.
—¡No me digas! —exclamé por lo bajo.
—Sí, pero no le digas a papá. Cree que Santa hizo una excepción ya que soy su favorita, lo cual es cierto, y quiso traerme más en el año.
—Es una promesa, preciosa.
Unimos nuestros meñiques sellando nuestro pacto secreto.
Kumiko suspiró triste acariciando ahora más lento la muñeca.
—Lo malo es que, ahora que no está mi mami, papi seguro descubrirá la mentira y se enojará conmigo.
Dejé los globos para acariciarle una de sus trencitas tratando de reconfortarla.
—Claro que no, Kumiko. Tu papi se reirá cuando se entere.
Mi consejo no convenció a la niña.
—Ojalá mi mami pudiera bajar del cielo para decirle ella la verdad a papi.
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Jugada Divina [ Trilogía Préstame tu corazón parte 2]
De TodoJessica sufrió por las mentiras de Aaron que la hicieron pecar. Cuando la verdad sale a la luz es solo cuestión de tiempo para que el ángel sea corrompido. Aliados como enemigos toman posición en la siguiente partida, Jessica pagará las consecuencia...