Jessica
Esperé por largo rato, allí lo tenía ese bastardo. ¡A la vuelta de mi casa!
—Te tengo.
Entré a un apartamento de estilo simple, una pared revestida con ladrillo, una cocina simple (más que la que tenía hace dos años), sin televisor, nada más que un sofá... el sofá azul, nuestro sofá azul; y un librero a mi lado. Gemidos sonoros llenaban el espacio, golpes secos de cama y sollozos de una mujer.
—¡Oh, Aaron! ¡Eres un puto Dios! ¡Ah! —gime una chica con pasión.
Que puto asco me dan.
Volteé mis ojos al caminar la estancia. El lugar parecía como si se hubiesen mudado hace poco, aunque Aaron siempre prefirió los lugares así, impersonales, de los que puedes meter y sacar tus cosas sin preocuparte por lo que dejas atrás, desapegado.
Mi corazonada se hace más grande y repaso rápidamente los lomos de los libros mientras los gemidos se hacen más pronunciados dándome ganas de vomitar. Uno de los libros no tiene nombre, un libro negro.
Recordé la primera vez que lo tuve en mis manos. Aaron regresaba de no sé dónde, recuerdo que me encerró en su casa para que no me fuera, y terminé revisándole los libros hasta toparme con este.
—¿Puedo saber qué es? —le pregunté esa vez.
—Nada especial, solo anotaciones que suelo hacer. Suelo dejarlo ahí para no perderlo de vista.
—¿O sea que este este es tu diario íntimo?
—Sí, Jess. Ese es mi diario donde escribo mis más íntimos secretos, con corazones y puntitos en colores para que combinen.
—¿También tienes canciones melosas?
—Que te dan pena como las de Arjona y Luis Miguel juntos—repetí sus palabras en voz baja.
Tomé el libro, tenía escrituras a mano con casi la misma letra que tenía el libro rojo. Pasé las páginas, indescifrables como el mío. El libro negro estaba en mis manos. El libro rojo en mi bolso...
—¿Acaso nunca te enseñaron a no meterte en casas ajenas o te volarán la cabeza, desgraciada muerta de hambre?
Los gemidos... se habían detenido.
Tenía un arma pegada a mi nuca, el seguro se había retirado al momento en el que la portadora habló.
—Deja eso en su lugar antes de que lo llene con tu sangre—la mujer me susurró al oído pegando más la pistola a mi nuca.
Dejé el libro negro donde estaba para con lentitud descubrir a mi agresora, (quien me resultó vagamente familiar). Era más alta que yo, podría usarme de mesita ratona tranquilamente, cabello rubio natural y un ligero acento que asumí como alemán, ojos color hielo y usaba únicamente una camisa prestada que le cubría su desnudez.
—¿Nos conocemos? —enarqué una ceja.
Sonrió de costado como si mi pregunta la ofendiera.
—Yo soy inolvidable.
—Lo dudo—ladeé la cabeza un tanto divertida, provocándola con una sonrisa ladeada—. Esa cara de prostituta barata es fácil de olvidar, todas las putas son iguales, sino mírate al espejo y compárate con tus amigas.
Ella amagó con dispararme hasta que la detuvieron.
—¡Suficiente!
Aaron apareció, su orden la hizo retroceder. El castaño llegó hasta ella nada más usando unos boxers negros y una camisa desabotonada del mismo color, tomó por la cintura a la rubia con el arma alzada y me miró de abajo hacia arriba con superioridad.
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Jugada Divina [ Trilogía Préstame tu corazón parte 2]
DiversosJessica sufrió por las mentiras de Aaron que la hicieron pecar. Cuando la verdad sale a la luz es solo cuestión de tiempo para que el ángel sea corrompido. Aliados como enemigos toman posición en la siguiente partida, Jessica pagará las consecuencia...