Another Winner || Newt y Tú [1#] COMPLETA ✓

Capítulo Cinco

Capítulo Revisado.

“Heridas”

Los siguientes días se la pasaba en la Cocina o ayudando a los Docs en lo que podía. Descubrió que era muy buena haciendo cualquier tipo de pan, más que buena. Intentaba enseñarle Sartén pero a veces se le quemaba, le faltaba uno que otro ingrediente hasta que finalmente se rindió y le dejó esa tarea a ella.

No había visto a Newt, excepto por la mañanas cuando ayudaba a preparar los bocadillos que se llevarían los corredores. Y cuando llegaban del Laberinto iban directo a hablar con los demás Corredores acerca de los mapas.

Abner era un buen amigo, se la pasaba con él cuando había terminado todos sus deberes, últimamente había tenido pesadillas de una chica corriendo en un bosque, parecida a ella. Al igual que Abner, pero con una mujer castaña que gritaba su nombre. Esos sueños siempre cambiaban de sitio o aparecía con otras personas, en especial cuando esa mujer le tenía un pavor al agua cosa que él no.

Aunque una parte en ella creía que eran recuerdos suyos, pero al escuchar la historia de su amigo la descartó. Susurros, recuerdos, la sospecha de que se estaba volviendo demente iba incrementando cada vez más.

También ayudaba a los Constructores con el tema de su cabaña atando lianas o en lo que ella pudiera. Sus nuevos amigos eran Abner y Zart, sin olvidar quién era su cocinero favorito, Sartén.

Constantemente le echaba una mirada a la entrada del Laberinto, siempre regresaban aunque tardarán un poco los Corredores en agruparse. Hoy llegaría un novato, lo supo por qué un chirrido y el sonido de una alarma atronadora interrumpió lo que estaba haciendo. Se tapó los oídos con las manos, los latidos de su corazón se aceleraron. Observó a su alrededor, mientras la sirena seguía retumbando. Sus ojos se posaron en Abner con quién estaba en ese momento. El chico le hizo una seña para que la siguiera.

—¿Qué pasa? —preguntó.

La guió hacia la caja donde otros chicos se acercaron para observar el vacío.

—Eso, amiga mía. Significa la llegada del nuevo novato, ahora no serás la novata querida.

Soltó una risa sarcástica.

Después de sonar durante dos largos minutos, la alarma finalmente se apagó. Una multitud se había congregado en el patio alrededor de las puertas de acero, a través de las cuales ella había llegado.

—Entonces, ¿Cuánto falta para que llegue el envío? —se sentó en el césped y el pelirrojo la imitó.

—En general, tarda una media hora después de la alarma.

Quería preguntarle algo acerca de intentar salir del Laberinto.

—¿Alguna vez trataron de hacer una soga? —preguntó sin más.

—Sí, con una enredadera. Hicimos una larguísima. Digamos solamente no terminó muy bien.

—¿Qué quieres decir? —«¿Y ahora qué?» pensó.

—Hace unos meses un chico que se ofreció como voluntario, había bajado sólo unos tres metros cuando algo pasó zumbando y lo cortó en dos.

—¿Qué? —rió—. No te creo ni por un segundo.

Aún no lo quería creer.