13. Long story short, I survived.

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Disclaimer: Los Vengadores no me pertencen, solo la historia y los personajes que no reconozcan.

Tu la que eres tan orgullosa

por saber que eres hermosa

no me dejes de querer

tu la que al hablar tiene el dejo

de la tierra que ahora dejo

para quizá no volver

deja que con ilusión loca

darte un beso en esa boca

por si no te vuelvo a ver

Steve.

Cada noche era lo mismo, volvía a cerrar los ojos y la veía. A veces odiaba dormir, pero la mayría de las veces prefería estar en el mundo de los sueños viéndola a ella. Mi bailarina se movía entre las nubes, deslizándose entre ellas con una sonrisa coqueta dirigida únicamente para mí.

—¡Vuelve, mi amor! ¡Vuelve a mí!

Despertaba bañado en sudor, las pesadillas me acosaban tanto como esos dulces sueños. Natasha Romanoff moría, no recordaba haber visto su cuerpo pero los pedazos de su aeronave habían sido suficientes para darla por perdida. La mayoria de los soldados soviéticos habían mirado al otro lado cuando sollocé por ella, abrazado a aquellos escombros aún ardientes por el fuego y los bombardeos.

—Steve, tienes que repornerte—me decían mis amigos—tu Natasha no querría que vivieras de esa manera por el resto de tu vida. Debes seguir adelante, colega.

En mi barrio se había regado la noticia de mi matrimonio cuando volví, solamente había sido suficiente una indiscrecion de mi madre para que todos supieran. Sam y su esposa María fueron los primeros en mostrarme su apoyo, invitandome a bailes y cenas de veteranos, con la esperanza de que consiguiera una cita, o al menos, salir de la depresión que me consumía día con día.

—Ahora no, Sam, es demasiado pronto.

Mis padres no estaban nada contentos con saber que me había casado sin ellos, pero seguían apoyándome en todo, incluída mi decisión de no salir con nadie más. Quería vivir el luto por mi esposa.

—Peggy Carter ha estado enviándote cartas—me dijo Clint, antes de despedirse—Está preocupada por ti, como todos.

—Yo estaré bien, Barton—respondí, abrazándolo antes de que subiera al barco—¡Ve a ser feliz con tu familia! ¡Lo mereces!

—¿Qué quieres que le diga?—me preguntó, sabiendo que estaba evitando el tema.

—¡Qué hablarán después de que haya pasado el año de luto reglamentario!—apuntó Wanda.

—O tal vez nunca...—dijo Yelena, sin importarle que el resto la escuchara.

Las dos rusas habían venido con nosotros al terminar la guerra; lo ocurrido en las últimas batallas, la muerte de Hitler y la caída de Alemania habían conseguido crear un caos suficiente para que ellas pusieran contrar matrimonio en el consulado y subirse a los aviones junto con nosotros, relucientes pasaportes americanos entre sus manos.

—No le hagas caso a mi esposa, Barton—dijo Bucky, frunciendo el ceño—Estoy seguro que Stevie le escribirá a Peggy cuando él lo considere necesario.

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