23. Cause the sign on your heart said it's still reserved for me.

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Disclaimer: Los Vengadores no me pertencen, son de Disney y de Marvel. Solo la historia y los personajes que no reconozcan son míos. 

NOTA: Negritas en ruso. 

Natasha.

Por un momento, pensé que Steve huirìa. Me mordí el labio, deseando no hablar antes de procesar mis palabras. ¿Por qué siempre hacia eso? Sentí caer todo el peso en mi estómago por un recuerdo que no quería en mi mente. Así era como se había ido mi familia, ¿no? Yo los había alejado a todos. Para mi sorpresa, la reacción de Steve fue completamente opuesta a la que esperaba. Sus ojos se iluminaron inmediatamente, abrazándome con tanta fuerza que rodamos un poco por el tejado, pero él evitó que cayeramos.

—¡Tendremos todos los hijos que quieras, tsarina!—prometió, emocionado—¡Una casa llena de niños! ¡Lo juro!

Sonreí, algunas lágrimas de alegría se escaparon de mis ojos.

—Para eso, primero tienes que evitar matarme, Rogers—me quejé—¿Por qué no vamos a casa?

—A practicar para que nuestros hijos sean los más bonitos de todo el país—anunció, sin dejar de sonreír.

Tal vez era tonta, por no tener miedo, pero esa felicidad parecía no acabarse nunca. Steve se puso de pie y me tendió la mano, siempre dándome la seguridad de que estaría a mi lado. Ninguno de los dos era capaz de mantener las manos alejandas del otro, besandonos y acarciándonos por el resto de la noche. No recordaba que no dormir podía ser tan placentero cuando estabas con la persona que amabas. Cerré los ojos al amanecer y no desperté hasta que Yelena abrió de un portazo, casi al mediodía siguiente.

—¡Vaya, vaya, vaya!—gritó mi hermana, entrando como si estuviera en su casa—¿Qué tenemos aquí?

Fruncí el entrecejo, cubriendo a Steve con las mantas. No me importaba que mi hermana me viera, pero por alguna razón prefería que mi esposo fuera solamente para mis ojos.

—Tienes más de veinte años y no has aprendido a tocar una maldita puerta—refunfuñé.

Steve solamente se giró molesto en la cama, aferrándose a mi cuerpo y enterrando su rostro entre mis senos. Yelena rio, provocándome, así que le hice una seña obscena con la mano.

—Wanda ha vuelto desde D.C.—anunció—Habíamos acordado ir a comer y ahora llegaremos tarde por tu culpa.

Maldije internamente. ¡Por supuesto que lo había olvidado! Respolé y me froté los ojos, pero la visión de mi hermana no se fue; así que no me quedaba otro remedio más que aceptar que aquella tarde no me podría quedar en mi nido de amor.

—¿Me puedes dar treinta minutos?—le pregunté—Te prometo que estaré lista y podrás joder todo lo que quieras.

—¡Estaré contando, Natka!—amenazó antes de salí.

Le di un beso en la frente a mi esposo, procurando no despertarlo antes de darme una ducha rápida. En menos del tiempo prometido, estaba lista y garabateaba una nota para que Steve la encontrara. Entrelacé mi brazo con el de Yelena y salimos a la calle, donde ya nos esperaba un taxi que mi hermana había llamado insistentemente con la mano.

—Te has acostumbrado demasiado bien a la vida americana—comenté en voz baja mientras nos conducían a una zona bastante exclusiva de la ciudad—Me alegro mucho por ti, Lena.

—Tu fuiste la que me enseñó como hacerlo—comentó, viendo a la ventana—Siempre supiste que tendriamos que desprendernos de Rusia, buscar como encajar en otro lado...

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