9.And school lovers laughin' on the porch of their first house...

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Disclaimer: Los Vengadores no me pertenecen, son de Disney y de Marvel. Solo la historia y los personajes que no reconozcan son míos. 

Natasha.

Desde el dia en que lo habían llamado para el poligrafo, Steve se comportaba de una manera extraña. Nuestra relación no había cambiado, seguía siendo tan cariñoso como siempre cuando estábamos escondidos, pero frente a los demás se comportaba como un soldado más, discutiendo con sus compañeros, bromeando y naturalmente nervioso cerca de los rusos.

—Deberías dejar de mirarlo—me reclamó Yelena—¿Qué ha pasado con tu entrenamiento?

Mi hermana estaba enoajda conmigo, aunque me dolía, podía entenderlo. Me estaba arriesgando muhco al enamorarme de Steve Rogers, casi tanto como mi madre cuando se negó a entregarnos a Dreykov.

—Lo siento—murmuré entre dientes—En el corazón no se manda, ¿de acuerdo?

—Podrías elegir a personas menos equivocadas, o simplemente dejar esto por la paz—recriminó—La guerra va a terminar y él se va a ir, seguramente tendrá una mujer esperándolo con los brazos abierto s cuando baje del avión. Una bonita enfermera, o una ama de casa, quizá incluso ya está comprometido con alguien más.

Respiré profundamente, repitiéndome que Yelena me estaba provocando. Bajé la cabeza a mi plato de avena, queriéndo concentrarme en él.

—Déjala en paz, Lena—musitó Wanda, cerrando los ojos—No sabemos lo que está pasando entre ellos dos y no somos nadie para meternos en su vida.

Vi a mi hermana, al tiempo que ambas alzábamos una ceja. Aquellas palabras no eran nada propias de Wanda.

—¿Y desde cuándo no podemos meternos en su vida?

La conversación quedó cortada cuando escuchamos los pasos de alguien venir a nosotros. Alcé levemente la comisura de mis labios cuando vi que era mi madre junto a Alexei y Dreykov, ¿qué demonios estaba haciendo en el campo de batalla? La última carta que habíamos recibido de ella nos decía que se encontraba en Moscú.

—Camaradas, las necesitamos en la reunión, deberán acompañarnos.

Nos pusimos de pie rápidamente, avanzando antes de que alguno de los comandos extranjeros pudieran hacer preguntas. Cuando entramos al lugar que se nos había indicado, apenas pude contener la expresión de sorpresa que se cruzó en mi rostro al ver a Steve.

—Bienvenidas, camaradas—dijo Alexei, sonriendo—Ustedes nos van a ayudar con una parte escencial de la operación Urano.

Crucé una rápida mirada con mi hermana, habíamos escuchado rumores acerca de aquella misión que buscaba hacerse con el ejercito alemán apostado en Rostov para demostrarle al Führer que nadie podía con el invierno rojo. Dado que sería una operación terrestre, suponiamos que no nos necesitarían, ahora veo que estábamos equivocadas.

—¿Seremos parte de ella?—cuestionó Yelena, sin poder ocultar su emoción.

—Necesitaremos que estén mezcladas con los civiles...—comenzó a hablar Dreykov—Siempre cerca de sus aeronaves, por supuesto.

—¿Los ayudaremos a escapar?—pregunté—¿A los civiles?

Dreykov soltó una especie de risita que me hizo sentir incomóda. Parecía que el payaso favorito de un niño había hecho el mejor chiste de la semana.

—No será necesario, querida—contuve la mueca de asco ante la falsa dulzura en su voz—Los soviéticos sabemos que tenemos que servir a nuestro pueblo pase lo que pase, será para ayudar a los extranjeros a escapar si es necesario.

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