Disclaimer: Los Vengadores no me pertenecen, son de Disney y de Marvel solo la historia y los personajes que no reconozcan me pertenecen.
Steve.
Esperaba otra reacción, aunque quizá estaba siendo un idiota. Natasha había respondido mi beso pero, tan violentamente como yo lo hizo, terminó separándose de mi. Sus ojos se encontraron con los míos antes de soltarme una bofetada.
—¿Cómo te atreves?—me gritó con rabia—¡AHORA TODOS LOS HOMBRES CREEN QUE PORQUE UNA MUJER LOS TRATEN BIEN TIENEN DERECHO A ESTO!
No podía decir si ella estaba mintiendo o no, pues en sus ojos había algo completamente distinto a lo que sus palabras nos contaban. Sentí como mis orejas se enrojecían al escuchar las risitas de mis compañeros militares.
—¿Qué te pasa, Nat?
—¡No me jodas, Rogers!
Intenté detenerla, su muñeca se detuvo entre mis manos un momento; pero se soltó con violencia. Por unos segundos, me quedé parado como un imbecil en el medio del bar. Cuando las voces a mi alrededor se hicieron insportables, salí con paso firme por la única puerta de aquel lugar. Pensaba que se había ido, pero allí estaba en el callejón, los brazos cruzados sobre si misma. No pude evitar irme sobre ella, no pensaba con claridad.
—¿QUIÉN CARAJO TE CREES?—le grité, casi escupiendo en su cara—¿Vas a jugar conmigo? ¿Y con cuantos más?
Natasha tenía la fuerza suficiente para empujarme, pero no solté sus muñecas. Quería que me viera a los ojos cuando me dijera que aquello no era más de un pasatiempo para ella.
—¿Sabías que, la expectativa de vida en Stalingrado es de 24 horas?—rugió, enfurecida al tiempo que intentaba soltarse—¡Estás haciendo que la nuestra sea menor que eso! ¿Qué vas a hacer si alguien le dice a Dreykov?
Finalmente, abrió los ojos. Podía ver el miedo plasmado en ellos y deseé protegerla; nuestros corazones latían al mismo ritmo, no pude evitarlo y la abracé. Aunque Natasha intentó empujarme, me negué pues estaba temblando, ¿cómo podía dejarla sola?
—Tenemos que irnos de aquí—susurré contra su mejilla—No...no es posible que no tengamos libertad.
—Para mi no es tan fácil—frunció el entrecejo, pensando un poco lo que decía—y tampoco para tí debe serlo, serías un desertor entre los soldados.
No pude evitar soltar una carcajada, haciendo que me mirara con rabia.
—Me refería a que estamos muy cerca del bar—miré alrededor, distinguiendo algunos uniformes en el perimetro—¿Acaso quieres que nuestros compañeros escuchen esta discusión?
Con una mueca de disgusto, Natasha extendió la mano y entrelazó sus dedos con los míos.
—Conozco un lugar donde no nos molestarán.
Mi pelirroja estaba tan acostumbrada a vagar por Stalingrado que ni siquiera los múltiples edificios bombardeados lograban desorientarla, sus pies nos dirigian a unos enormes jardines de los que no se podía apreciar la belleza, pues todo a su alrededor se había convertido en ruinas. A pesar de que estábamos en nuestro destino, ella no me soltó de la mano en ningún momento.
—¿Crees que me arrepiento?—le pregunté después de varios minutos en silencio, solo escuchando como se movían los árboles—¿De haberte besado? ¿De lo que está pasando entre nosotros?
—¿Crees que yo lo hago?—cuestionó con dificultad. Estaba buscando mis ojos, pero me concentré en el pasto que crecía alrededor de mis pies, luchando contra las cenizas del último bombardeo. Eso hizo que Natasha se separara de mi, abrazándose al tiempo que me daba la espalda—¿En verdad, Rogers? ¿Estás tan seguro de que negarme a besarte en público significa algo?
ESTÁS LEYENDO
Timeless
Romance1942. Las brujas de la noche, un grupo de pilotos que han derribado cientos de aviones alemanes cometene el error de tirar tres caza Americanos. Steve Rogers, reconocido piloto conocerá a Natasha Romanoff, y su vida dará un giro que jamás esperó. ¿P...