-Acto XXV-

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-Hogar, dulce hogar.

Midoriya entra en un apartamento que no tiene nada que ver con el que tenía alquilado Bakugou en Japón.

Este sí se nota que es su hogar.

Puede notar su aroma. Sus pertenencias bien recogidas. Sus pequeños y pocos muebles acordes a la decoración minimalista. Los juguetes de Becky en su cama justo al lado del sofá.

El corazón le va a mil por hora.

-¡¿Qué estás haciendo?!

Bakugou se sube al hombro y va rumbo a su habitación donde caen sobre la cama rebotando.

-Por fin estás aquí.

Le susurra a su espalda no dejándole escapar.

-Tenemos equipaje que deshacer y cosas que hacer.

Intenta zafarse de su abrazo.

-Tenemos tiempo... todo el tiempo del mundo...

Bakugou se queda dormido abrazándole y Midoriya cierra los ojos con fuerza. No. No tiene todo el tiempo del mundo pero el poco que tiene lo aprovechará hasta el último segundo.

****
-Im...presionante...

-Es un cuchitril.

-¿Un cuchitril? - Midoriya alucina - ¡Tienes un teatro!

-Te equivocas.- le pellizca sus pecosas mejillas – Alquilo una miniatura con complejo de teatro donde apenas caben veinte personas que suelen acudir por salir borrachos de los bares de los alrededores o para magrearse con sus parejas en la última fila.

-No me engañas.- las esmeraldas verdosas de Midoriya brillan hermosos. Le gustan más que el primer día de verano – Vienen a ver tus obras. A veros bailar. A que sus corazones se aprieten, se sobrecojan y dejarles sin aire. Kacchan eres – pero no puede acabar la frase. La triste sonrisa y la rubí mirada inyectada en culpabilidad le dejan sin respiración.

Se traga las palabras de admiración.

Por ahora.


****
-¡He aquí nuestro director y jefe de la compañía!

-Por fin se digna a aparecer.

-Y no solo eso, sino que cancela la función de un día para otro y a la mierda las horas de ensayo.

-Dejad de haceros las víctimas y venid aquí para darme un merecido abrazo por escribir la obra que os catapultará al estrellato.

Tres chicos y una chica corren hacia Bakugou cuya sonrisa ilumina el océano tormentoso. Midoriya siente que no pertenece a ese lugar. Que el muro le aísla empujándole a la soledad. Sin embargo, una cálida mano atraviesa, rompe, destroza dicho muro agarrando la suya.

Una cálida mano cuyo dueño no tiene intención alguna de perderle otra vez.

-Os presento a Izuku.- éste sonríe tímido – Izuku ellos son... bueno, ellos.

-¿Cómo que ellos?

-¡Un respeto!

-Somos bailarines de renombre.

Discuten. Protestan. Y la entrada se llena de la bella carcajada de Bakugou.

-Así que tú eres él.- Sero, el mayor de la compañía, rodea a Midoriya mirándole de arriba abajo – Te quedaste corto, amigo. Nos da mil vueltas.

☀El último baile☀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora