Capítulo 30

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- Por el amor de dios Benjamín, ¿Qué te he dicho sobre los asaltos?

- Cariño, solo es una nariz rota, además no perdí nada de valor.

- ¿Y crees que esa nariz reparada tuya es gratuita? No tenía contemplado un gasto mayor en salud para este mes.

- Hablare con Lincoln, es posible que él pueda...

- ¿Acaso no te da vergüenza pedirle dinero a mi hermano? Lincoln nos ha salvado muchas veces porque no podemos llegar a fin de mes, ¿Y si un día no puede? Oíste lo aterrado que estaba buscando a Lemy, no creo que te vaya a prestar el dinero y tampoco creo que le corresponda.

- Sabes, siento que la hinchazón ya bajo lo suficiente y no me duele tanto.

- ¿Y eso a que viene?

- Era por si te acordabas de que además de la deuda también yo estaba herido, pero creo que se eso no importa.

- No me vengas con esos sermones moralistas Benjamín.

- Y yo te digo que lo superaremos de alguna manera.

- ¡¿Cómo?!

- Lo hemos hecho antes, lo haremos ahora.

- (Molesta) ¡¿Pidiéndole a Lincoln no?!

- (Molesto) ¡Si tanto te molesta me las arreglare de otra forma!

Mientras ambos adultos seguían peleando en la entrada del hospital, Liby se alejo de ellos lo suficiente para poder evitar escuchar la discusión con tapar sus oídos con las manos, llevaba tiempo que la pareja había comenzado a pelear principalmente por dinero y conforme pasaba el tiempo la intensidad de esas discusiones no hacía más que escalar, ahora ni siquiera habían aguantado a llegar a casa para discutir sin importarles estar en un espacio público y para ella, verlo de esa forma, solo le daba miedo, por lo que todo lo que podía hacer era rogar que su hermano mayor llegase pronto y calmase a la pareja o, al menos, le hiciera sentir que todo estaba bien como lo había hecho tantas veces en el pasado.

Pero eso era difícil, desde que su tío había llamado a su madre este había salido corriendo, entendía que él y su primo Lemy tenían un fuerte vínculo, pero le molestaba que hubiese preferido ir por él antes de quedarse cerca de ellos a esperar a su padre, al menos no alcanzó a pensar demasiado antes de que, finalmente tras tanto tiempo, viese a su hermano acercarse por la calle, corriendo agitado en su dirección.

- ¡H..Hermano!

Sus ojos comenzaron a humedecerse, de estar preocupada por su padre a escucharlos discutir ella no sabía que hacer y, aunque estaba enojada con su hermano, solo podía confiar en él para reparar la situación.

- Uff... hola hermanita, oye... uff... - Mientras recuperaba el aliento, observaba como sus padres seguían peleando, provocando que la expresión de este se volviese melancólica. - ¿Cuánto llevan así?

- U..Un rato.

- Escucha, quédate aquí un momento, veré que puedo hacer, ¿Ok?

La niña asintió con la cabeza antes de volver a tapar sus oídos, una imagen que no le agradaba a Lucio.

Tenía muchas preguntas que hacerle a su padre desde que se alejo de Lemuel y ahora se le habían sumado sus deseos de tranquilizar a su hermanita por lo que termino avanzando raudamente hacia sus padres que parecían comenzar a calmarse o, al menos, dejar de gritar.

- ...y tú que harías si estuvieras en su situación?

- ¿Quieres dejar de sacármelo en cara? Tampoco me siento orgulloso de eso.

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