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A medida que trabajaban juntas, las barreras se desvanecieron lentamente, reemplazadas por una conexión más profunda. El enigma que rodeaba a las subinspectoras empezaba a desentrañarse.

La colaboración forzada se transformó en una alianza estratégica, y las cuatro mujeres, unidas por circunstancias inesperadas, se enfrentaron al desafío de limpiar sus nombres y desentrañar una trama criminal que iba más allá de lo que podían imaginar.

En la fría sala de reuniones de Europol en París, Alicia y Victory se encontraban nuevamente enfrascadas en un agudo intercambio de opiniones. La atmósfera se volvía densa con cada palabra afilada que salía de sus bocas. Sus compañeras, conscientes de la tensión entre ellas, evitaban intervenir, creando una burbuja de conflicto que solo crecía con el tiempo.

Alicia, con su cabello cobrizo y ojos penetrantes, era una presencia imponente. Su temperamento ardiente y su enfoque apasionado en la investigación eran conocidos por todos en Europol. Por otro lado, Victory, de porte elegante y mirada severa, llevaba consigo una aura de autoridad inquebrantable.

Las diferencias entre ambas se manifestaban en cada detalle: en la manera de abordar los casos, en la aproximación a los testigos, en las estrategias de interrogatorio. Cada reunión parecía una batalla de egos, donde ninguna estaba dispuesta a ceder terreno.

El último caso, un complicado entramado de tráfico de drogas y lavado de dinero, había llevado su relación al límite. Mientras discutían los enfoques tácticos, las chispas volaban y los roces se multiplicaban. Las palabras se convertían en dagas que cortaban el aire, y cada gesto parecía diseñado para herir.

Alicia lanzó una propuesta audaz sobre cómo deberían abordar la siguiente fase de la investigación, desafiando la perspectiva de Victory. Esta, a su vez, contraatacó con argumentos afilados que reflejaban su convicción en la dirección que ella consideraba correcta. El resto del equipo observaba con nerviosismo, consciente de que la situación estaba al borde del colapso.

La discusión alcanzó su punto álgido cuando Alicia, frustrada, golpeó la mesa con fuerza.
—¡Tu enfoque es demasiado rígido coño! Necesitamos flexibilidad para adaptarnos a las circunstancias cambiantes. Los franceses siempre tan tiesos. Como si os hubieran metido una escoba en el culo.

Victory, sin mostrar signos de ceder, respondió con frialdad.
—La flexibilidad sin disciplina lleva al caos. Necesitamos orden y estructura para tener éxito. Quizá es por eso que los españoles no sois reconocidos por desentrañar este tipo de casos y siempre acabáis pidiendo ayuda.

La sala de reuniones se sumió en un silencio incómodo después de esa última afirmación. Ambas mujeres se miraron fijamente, la tensión flotando entre ellas como una tormenta a punto de desatarse. Sin embargo, antes de que la confrontación pudiera llegar a su punto culminante, la puerta se abrió y Marie, la subinspectora de Europol Francia, entró en la sala con una expresión de preocupación.

—Chicas, necesitamos encontrar un terreno común aquí. Estamos perdiendo el enfoque de la investigación —advirtió Marie, tratando de mediar en el conflicto.

Alicia y Victory, con gestos tensos, asintieron con desconfianza, pero ambas sabían que el desacuerdo estaba lejos de resolverse. La semilla del conflicto estaba plantada, y la colaboración entre ellas se presentaba como un desafío cada vez mayor.

Así concluyó otra tensa reunión en Europol, con Alicia y Victory sumidas en un conflicto que parecía más allá de la resolución. Pero lo que ambas no sabían era que este era solo el principio de una historia que iba a llevarlas mucho más allá de las chispas iniciales de desacuerdo.
Cada palabra era como una piedra lanzada en un estanque, generando ondas de conflicto que afectaban a todos los presentes.

La discusión no se limitaba solo a estrategias profesionales; los desacuerdos personales también emergían a la superficie. Sus egos chocaban en una danza de palabras afiladas, revelando más sobre sus diferencias de lo que cualquiera hubiera imaginado.

—¿Crees que tu estilo impulsivo es la única manera de abordar esto, Alicia? —preguntó Victory, su tono despectivo apenas disimulado.
—No necesito lecciones sobre cómo hacer mi trabajo, Victory. Al menos yo no soy un autómata sin emociones —replicó Alicia, su mirada desafiante.

La sala se sumió en un silencio momentáneo, todos conscientes de que habían cruzado un límite delicado. Los ojos de Alicia y Victory seguían enfrentados, cada una esperando a ver quién daría el siguiente paso en esta danza de desacuerdos.

El conflicto estaba enquistado, y la colaboración entre ellas parecía una tarea imposible. Este desencuentro dejaba claro que no se trataba solo de estilos de trabajo diferentes, sino de dos personalidades colisionando en una tormenta perfecta de desacuerdos.

Antes de que ninguna pudiera emitir sonido. Un disparo se escuchó desde el despacho de Marie.

—Ha sido abajo —dijo Victory.
—Mierda —añadió Alicia y salió corriendo tras Victory. Al mirar hacia abajo pudieron ver a varias personas encapuchadas y a Vlad sangrando en el suelo.

Sin pensarlo, Vicotry sacó su arma y comenzó a disparar, dando certeramente a dos de los enmascarados.

Cuando vio como uno comenzó a apuntar hacia arriba empujó a Alicia con fuerza haciendo que cayera al suelo para solo segundos después ver un disparo en la pared justo detrás del lugar donde se encontraba la pelirroja.

Victory disparó varias veces y los refuerzos no tardaron en derribar a los atacantes. Alicia miró a Victory con un agradecimiento que no admitiría y esta bajó las escaleras a toda prisa mientras veía como varios médicos de urgencia intervenían a Vlad.

—¿Cómo está?
—La bala no le ha dado en algún órgano importante pero necesita operar de inmediato. Descuide, nos lo llevaremos.
—Bien. Llamad y avisadme de cualquier cosa.
—Descuide.

Victory negó con la cabeza y se giró.
—¡¿Cómo cojones puede pasar esto en una sede como esta?! —exclamó echando la bronca a todos los presentes. —Si algo así vuelve a pasar haré que la Interpol intervenga y os remplace a todos —advirtió subiendo las escaleras hasta el despacho de Marie.
—¿Estás bien? —preguntó Marie.
—¿No quieres acompañar a tu compañero o... —trató de preguntar Raquel.
—No. Que se mejore. Con suerte lo mandarán a Lyon con su familia y no tendré que cuidar de él —espetó Victory sorprendiendo con su frialdad a las subinspectoras.

MÁS QUE TRABAJO (Alicia Sierra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora