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Los días en París transcurrían entre investigaciones, estrategias y la creciente complicidad entre Alicia y Victory. La confianza que comenzaba a gestarse se convirtió en un hilo invisible que tejía sus acciones y decisiones. Un nuevo caso emergió, llevándolas a una serie de callejones oscuros y confrontaciones inesperadas.

Alicia y Victory se encontraban examinando minuciosamente la escena del crimen. Raquel y Marie coordinaban desde la base, y el ambiente estaba cargado de tensión. Las huellas dejadas por la mafia investigada revelaban una red más intrincada de lo que habían imaginado.

—Parece que estamos llegando más cerca de la verdad —dijo Alicia.

Victory, con expresión analítica, asintió.

—Pero también nos estamos adentrando en terreno peligroso. Estas organizaciones no ceden fácilmente. Matar o morir... Ese es su lema.

A medida que avanzaban en la investigación, la confianza entre ellas se traducía en una coordinación fluida. Compartían información, estrategias y, lo más importante, un sentido agudo de protegerse mutuamente.

En medio de la tensión, una tarde, después de horas de trabajo intenso, Alicia sugirió un breve descanso en una cafetería cercana.

—Necesitamos despejar nuestras mentes por un momento. ¿Qué dices?

Victory, aunque inicialmente reticente, aceptó. Sentadas en una esquina tranquila, dejaron de lado los informes y permitieron que la conversación fluyera en direcciones más ligeras.

—Cuéntame más sobre Victory Lefèvre fuera del trabajo. ¿Tienes algún hobby o pasatiempo secreto?
—No tengo mucho tiempo para hobbies, Alicia, pero la música clásica siempre ha sido mi refugio.
—Aburridamente predecible para una francesa —bromeó Alicia.
—Oh, seguro que crees que solo nos interesan las boinas los croissants y las bagettes —rió Victory.

A medida que compartían más detalles personales, la barrera que las separaba se volvía más permeable. Hablaban de sueños, de desafíos superados y de la incesante lucha por mantenerse fuertes en un mundo que exigía constante vigilancia.

El caso, sin embargo, no daba tregua, y pronto se encontraron inmersas en una operación arriesgada. Enfrentaron momentos de peligro, donde la confianza entre Alicia y Victory se volvió un pilar fundamental para superar cada desafío.

La oscuridad de la noche envolvía el lugar donde Alicia y Victory se encontraban, ocultas en las sombras mientras se infiltraban en la guarida de una mafia italiana instalada en una callejuela de parís. La tensión se palpaba en el aire, la adrenalina aceleraba sus pulsaciones mientras avanzaban con sigilo.

—Este lugar da un mal rollo que te cagas. ¿Estás segura de que no nos van a dejar como un colador? —preguntó Alicia.
—Necesitamos obtener pruebas concretas.
—¿No tienes especialistas para esto?
—Yo soy la especialista.
—Pero yo no.
—¿Y por qué has venido? Te dije que te quedaras en la sede.
—No tienes compañero. Y venir sola era una misión suicida. Además los españoles tenemos cojones.
—Revisa tu patriotismo al volver.

Las luces parpadeantes revelaban un laberinto de pasillos oscuros y puertas cerradas. Siguiendo la información recopilada, se acercaron a una sala clave. Sin embargo, la situación cambió en un instante.

De repente, una luz deslumbrante las iluminó. Estaban atrapadas. Un grupo de matones de la mafia las rodeó, armados y listos para actuar.

—Parece que tenemos invitadas —dijo un hombre de voz grave que disparó las alarmas de Victory.

Alicia y Victory, atrapadas en el foco de atención, intercambiaron miradas rápidas antes de que la tensión estallara en un frenesí de acción. El sonido de disparos resonó en la sala cuando la confrontación se volvió inevitable.

Alicia, en medio del caos, se vio cara a cara con un matón armado. Antes de que pudiera reaccionar, una sombra veloz se interpuso entre ellos. Victory, con movimientos precisos y entrenados, desarmó al atacante.

La batalla continuó, pero la coordinación entre Alicia y Victory se volvió impecable. Se cubrían la una a la otra, enfrentando a sus oponentes con una destreza mortal.

Sin embargo, en un momento crítico, Alicia se vio acorralada. Un matón emergió desde las sombras, apuntando directamente hacia ella. La fracción de segundo parecía una eternidad.

Justo cuando el gatillo estaba a punto de ser presionado, Victory se lanzó hacia Alicia, cubriéndola con su cuerpo para dejarla fuera de la línea de fuego. El estruendo de la pistola resonó en el aire mientras Victory recibía el impacto.

Victory, herida pero aún en pie, se levantó con determinación. La puerta de aquel lugar cayó abajo y el hombre que había disparado a Victory cayó al suelo para dejar ver tras él a Marie con una pistola acompañada por muchos refuerzos.

La sangre de Victory manchaba su uniforme, pero su resolución no flaqueó. Mientras emergían de la oscuridad hacia la seguridad relativa, Alicia miró a Victory con gratitud y preocupación.

—Gracias. Esto no debería haber pasado.
—Tranquila —contestó Victory cubriendo su herida y sujetándose de la puerta del coche para ayudarse.
—Te llevo al hospital —dijo Alicia subiendo en el asiento del piloto mientras veía a Victory subir al del copiloto.
—Da igual. Puede llevarme cualquiera.
—Pero te llevo yo, coño —sentenció Alicia tratando de ocultar el nudo que se había formado en su garganta.

Victory notó el malestar de Alicia y la culpabilidad que sentía y sonrió de lado para mirarla.
—Soy especialista. Estas cosas pasan —declaró la mujer de pelo castaño para tranquilizar a la pelirroja. —Alicia, estoy bien.
—Tápate la herida, no vayas a manchar el coche —dijo la pelirroja en un intento fallido de colocar su impenetrable coraza de nuevo. Pero consiguiendo hacer reír a Victory.
—Con que te gusta decir a los demás que muestren sus debilidades pero eres incapaz de mostrar las tuyas. Hay una palabra para eso, Sierra, y es hipocresía.
—Llegamos —dijo Alicia salvada por la campana. Bajó rápidamente del vehículo y pidió una camilla para Victory.

Tras encaminarla los doctores le indicaron el procedimiento. Debían operarla, sacar la bala y recetarle algunos analgésicos y algo de reposo.

—Francesa —dijo Alicia. —No te vayas a morir ahora —bromeó. Aunque su preocupación era más que palpable por cualquiera.
—Soy difícil de matar —sonrió Victory para tranquilizarla.

Cuando Victory entró a quirófano Alicia no pudo parar de ir de un la di a otro en la sala de espera. Sabía que no sería capaz de soportar la culpabilidad si algo iba mal y por esa bala que iba para ella pasara algo más grave a Victory.

MÁS QUE TRABAJO (Alicia Sierra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora