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—¿Aún no estás vestida? —preguntó Victory saliendo del baño completamente arreglada cuando vio a Alicia leyendo en el salón.
—¿Para qué?
—Vamos a conocer parís.
—Tú ya conoces París.
—Yo sí, tú eres la que no conoce París. Haré que te enamores de la ciudad del amor. Coge algo de ropa. Date prisa he reservado para comer y tenemos que hacer muchas cosas antes.
—¿Es una broma?
—¿Crees que bromeo? —preguntó Victory alzando una ceja.
—Quizá.
—Venga... ¿Está lista para un día inolvidable , subinspectora?
—Si todo lo que has planeado es tan intrigante como tu expresión, detective, entonces sí.
—Eso es lo que quería escuchar.
—¿Me dirás qué has planeado?
—Eso es algo que descubrirás a lo largo del día.
—De acuerdo, detective, me pondré en tus manos por esta vez.
—Así me gusta —sonrió pícaramente Victory.

Alicia, aceptando el desafío con una mirada juguetona, se levantó de la mesa.

—Me ducharé y elegiré algo bonito de tu armario. Pero espero que no me hagas usar un vestido o una boina.
—Los vestidos te quedan de maravilla.
—No con este clima.
—Tú solo ponte tan espectacular como de costumbre.

Después de un tiempo, Alicia salió del baño, vestida con una combinación de ropa que había seleccionado del armario de Victory. Victory, al verla, sonrió con aprobación.

—Perfecto, Alicia. Te ves increíble.
—No está mal, ¿verdad? ¿A dónde iremos ahora?
—Primero, haremos algunas paradas por lugares que quiero mostrarte.
—¿Lugares que quieres mostrarme? ¿No puedes darme al menos una pista?
—Mejor no. Las sorpresas son la mitad de la diversión.

Las dos mujeres se dirigieron hacia la puerta, con Victory llevando las llaves del apartamento y Alicia a su lado, intrigada por lo que le esperaba.

Las calles de París se convirtieron en el escenario de su exploración. Victory llevó a Alicia a lugares emblemáticos y rincones pintorescos, compartiendo historias y risas a medida que avanzaban. Victory llevó a Alicia a sus lugares ocultos favoritos de esa ciudad mágica.

—Nunca imaginé que París pudiera ser tan encantador.
—París tiene sus secretos, subinspectora. Y hoy, algunos de esos secretos son solo para nosotras.

Después de un recorrido por la ciudad, Victory y Alicia se encaminaron hacia el restaurante. La entrada estaba adornada con enredaderas de flores y la promesa de una experiencia culinaria única.

—Aquí estamos.
—Pero antes de entrar, necesito agradecerte por este día. No conocía ni la mitad de las cosas que me has mostrado. Ni tampoco sabía que eras tan buena organizando sorpresas. Te has molestado en averiguar lo que me gusta y lo has entrelazado impecablemente. A si que, gracias.
—Hay muchas cosas que no sabes de mí, Alicia. Pero estoy feliz de compartirlas contigo.

Ambas mujeres entraron al restaurante, sumergiéndose en una experiencia gastronómica que pronto se convertiría en otro recuerdo especial compartido. París, testigo de su complicidad, se extendía ante ellas como un escenario donde la conexión entre Victory y Alicia se fortalecía con cada momento.

El restaurante, con su ambiente acogedor y las delicias culinarias, se convirtió en el escenario perfecto para el almuerzo de Victory y Alicia. Ambas mujeres compartían risas y conversaciones animadas mientras disfrutaban de la comida.

Ambas se quedaron en silencio unos segundos mientras se perdían en los ojos de la otra. De repente, el silencio se interrumpió por el sonido insistente de un teléfono. Alicia, distraída, no se percató de inmediato.

—Creo que tu teléfono está sonando —alegó Victory señalándolo.

Alicia salió de su trance, se percató y asintió.

Mientras Alicia revisaba la pantalla, Victory notó que el nombre de Raquel Murillo parpadeaba en ella. Un destello de celos se apoderó fugazmente de los ojos de Victory, aunque trató de ocultarlo.

—Murillo ¿Qué pasa? —contestó Alicia.

La voz de Raquel resonó al otro lado de la llamada y Victory no pudo evitar escuchar una risa familiar.

—Hola, Alicia. Me preguntaba si has pensado lo de volver a España. Me voy en breve.

Victory, centrando su atención en el plato, no pudo evitar sentir una punzada de incomodidad.

—No es un buen momento, Raquel. Estoy en algo importante. ¿Puedo llamarte más tarde?
—¿Es por ella?
—Raquel...
—¿Está ahí verdad?
—Luego te llamo —sentenció Alicia.

La llamada terminó, y Alicia volvió su atención a Victory.

—¿Va todo bien? —preguntó Alicia mirando a Victory.
—Ajá —trató de sonreír Victory.
—No hay nada entre ella y yo.
—Veo que seguís siendo buenas amigas.
—Somos amigas desde la academia. Es la única con la que mantengo contacto de allí. Es una buena confidente.
—Me alegra escuchar eso.

Alicia, percibiendo la leve incomodidad, colocó su mano sobre la de Victory.

—Victory, entiendo que puedas sentir celos, pero Raquel y yo somos solo amigas. Nuestra historia, si es que se le puede llamar así a dos adolescentes cachondas, quedó atrás hace mucho tiempo.
—Lo sé, Alicia. A veces, la sombra del pasado puede provocar reacciones inesperadas.
—Estoy aquí contigo. Porque quiero estarlo.
—¿Volverás a España con ella? —preguntó Victory sorprendiendo a Alicia. —Lo he escuchado —aclaró.
—No, a no ser que me llamen por algo grave, no.
—No puedo retenerte en París, Alicia.
—No tenemos que pensar en eso ahora. Ahora estamos las dos aquí. Centrémonos en ello.

Ambas mujeres regresaron a su almuerzo, dejando atrás la pequeña nube de incomodidad. Mientras compartían más risas y anécdotas, Victory se esforzó por enfocarse en el momento presente, recordándose a sí misma que la conexión entre ella y Alicia era única y especial, sin importar las sombras del pasado que pudieran surgir.

Después de salir del restaurante, Alicia y Victory decidieron explorar más de París, aprovechando la tarde soleada aunque algo fría que se extendía ante ellas. Caminaron por las pintorescas calles, se detuvieron en pequeñas tiendas y se maravillaron con la arquitectura de la ciudad.

—Jamás pensé que diría algo así pero puede que Francia no sea tan malo —bromeó Alicia.
—Te dije que te gustaría —sonrió Victory victoriosa.

Ambas mujeres tomaron un tranquilo paseo a orillas del Sena, disfrutando del reflejo del sol sobre el agua. Se sentaron en un banco cerca de Notre-Dame y continuaron compartiendo historias y risas.

—No pensé que un día como este sería posible. Creí que me encerraría en los casos y volvería cuanto antes... —admitió Alicia.
—A veces, la vida nos sorprende cuando menos lo esperamos.

La tarde avanzó, y decidieron dirigirse de nuevo hacia el apartamento. El sol se ponía, tiñendo el cielo con tonos cálidos.

—Gracias por hoy, Victory. Ha sido un día increíble.
—Gracias a ti, Alicia. Me hace feliz compartir estos momentos contigo.

MÁS QUE TRABAJO (Alicia Sierra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora