CAPÍTULO 8 TENEMOS QUE HABLAR.

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La mañana siguiente a la fuga de los gemelos, la temida llamada al fin sucede. No hay mucho que decir, apenas un "tenemos que hablar" por su parte... Decido que será mejor hacerlo en su apartamento. Prefiero, por seguridad, que no sepa dónde vivimos. A él parece importarle poco el lugar, así que me aseguro de que Jimin tenga unas horas libres antes de enviar un mensaje a su número con la hora a la que iré.

No suelo beber, pero aprovechando que los niños ya están dormidos me tomo una botella de soju, dejándome caer en el sillón. Cruzo mis piernas y llevo mi mano hasta mi frente, frotando mi entrecejo que ha estado frunciéndose mas de lo normal las últimas veinticuatro horas.

Recuerdo cuando sólo era un adolescente, un chico despreocupado, con sueños no muy grandes pero sueños al fin y al cabo. No tenía las mismas facilidades que otros chicos de mi edad, pues vivía en una residencia del estado. No era igual que vivir en el orfanato en el que me crié. La residencia, al contrario que el orfanato, no tenía aulas, así que debía ir al instituto, salir a la calle, hacer amigos, incluso podía tener un trabajo. Hacer vida normal, sólo que no había unos padres esperándome en casa, solo otro puñado de adolescentes iguales a mi y algunos supervisores.

Había normas, por supuesto... pero si no dabas problemas tenías bastante libertad, como era mi caso. Mientras respetes a los demás, los horarios y no te metieras en líos, podías hacer las cosas a tu antojo. Y eso hacía. Me esforzaba por ser un buen estudiante, tener las mejores notas, quizá, con suerte, obtener una beca.

Tenía también un pequeño trabajo en la herboristería del pueblo. Me pagaban poco, pero servía para costear mis pocos caprichos y conseguir tener algunos ahorros. Al fin y al cabo, debía mirar al futuro. La pensión gubernamental que recibía no dudaría para siempre, y mi tiempo en la residencia se acabaría con la llegada de la mayoría de edad.

Pensaba ir a la universidad si conseguía una beca, o en caso contrario intentar compaginar algunos estudios superiores con un trabajo a tiempo completo... pero todo eso se vio truncado el día que mi naturaleza despertó. El día que mi omega interior decidió manifestarse, justo cuando estaba encerrado a solas con uno de los alfas más poderosos de toda la zona. Uno adolescente, con poco control sobre su cuerpo y su voluntad.

No puedo negar que lo disfruté. Había leído sobre la necesidad de la posesión de un alfa durante el celo de un omega, pero nunca pensé que se iba a sentir tan intenso ni tan... antihumano. La necesidad no era humana, era animal. Como si perdiese la capacidad de razonar... e imagino que para Jin, fue lo mismo. Su instinto de alfa por encima de su mente y voluntad. Jin me ayudó a calmarme aquel día, aunque propasase la línea en el momento en que en medio del éxtasis, nos enlazó.

Cuando desperté, con el cuerpo agarrotado y dolorido unas pocas horas después, no pude hacer otra cosa que salir despavorido de la casa de los Kim. En la residencia me matarían por haberme saltado el toque de queda. Conseguí recuperar mis pantalones, aunque el botón había desaparecido... y robé una de las sudaderas de JIn, prometiéndome a mí mismo que se la devolvería en el instituto la próxima vez que nos viésemos. No era mi culpa que hubiese roto mi camisa unas horas antes.

Mi supervisor supo que había entrado en celo nada mas verme la mañana siguiente. Conseguí escabullirme hasta mi cuarto sin que me pillasen, pero supongo que mi nuevo olor de omega en celo me delató. El supervisor era un beta, pero aun así pudo olerme. Se encargó de blindar mi habitación durante los 5 días que duraría mi celo, encargándose de traerme comida y de que ninguno de los alfas adolescentes del complejo se acercasen allí.

A nadie le pareció extraño que no tuviese necesidades, ni siquiera de supresores del celo. Se podía reconocer que era un omega, pero mi celo no atraía a los alfas y tenía claro el porqué. Kim SeokJin nos había enlazado, así que el olor de mi celo le provocaría tan solo a él, haciéndome poco atractivo ante otros alfas.

Pensé que me había arruinado la vida, la posibilidad de encontrar una pareja, un alfa que me quisiera... un amor real y duradero... quise ir y reclamarle en cuanto mi celo terminó... pero esa misma mañana, mientras me alistaba para ir al instituto, sucedió. Pude sentirlo, nuestro acto había traído consecuencias.

Asustado, acudí a mi supervisor.

Fue un error.

Me hicieron las pruebas médicas para verificar si realmente eran suposiciones mías o estaba en cinta. Cuando descubrieron que era verdad, supe que me había metido en un lío.

Ese mismo día salí huyendo de aquel centro, a sabiendas de que, si me quedaba, iban a arrebatármelo, a obligarme a perderlo. Sería un escándalo, un omega embarazado en una residencia gubernamental. Así que huí, dispuesto a salvar a mi hijo, al que quería a pesar de que trastocaba todos mis planes.

Una vibración en mi bolsillo me saca de mi ensoñación. Saco el teléfono, visualizando una llamada perdida de Jimin. Me levanto directo hacia la puerta, sabiendo que es nuestra señal para evitar el timbre y despertar a los niños. -Siento haberte llamado tan de repente... te pagaré bien estas horas, lo prometo. -Le doy un beso en la mejilla al menor, intentando transmitirle que todo está bien. No es su culpa que mis hijos sean más listos que el hambre. - Están dormidos, pero cualquier cosa, no dudes en llamarme.

Ni siquiera me planteo utilizar el transporte público a las horas que son. No es de mi agrado, pero por esta vez, cojo un taxi y doy la dirección proporcionada por SeokJin. ¿Qué se supone que voy a decirle? Debería salir corriendo antes de que pueda tomar acciones legales contra mi. Si quiere a los niños, tengo las de perder. Él puede tener al mejor abogado del mundo y a la mitad de los jueces del país en el bolsillo. Jamás ganaré.

Suspiro cuando el taxi se detiene, la zona más lujosa de la ciudad, cómo no. Kim. Dejo algo de propina al hombre y me quedo unos segundos frente al edificio, el elegante portero tras las acristaladas puertas mirándome como quien mira a una cucaracha.

Tomo aire, infundiendome de un valor que nunca me ha caracterizado y entro en el edificio, caminando directo al ascensor, haciendo caso omiso del portero. Intenta detenerme, cómo no. Malditos edificios de lujo con su educada seguridad. -Voy al penthouse. Me están esperando. -El hombre abre los ojos como si estuviese viendo un satélite a punto de chocar contra la tierra y da un paso atrás, haciendo una leve reverencia cuando las puertas del ascensor se abren frente a mi. -El señor Kim me advirtió de su visita. Sea bienvenido y por favor disculpe las molestias.

Ruedo los ojos una vez que las puertas se cierran. Odio el lujo cuando es así de pomposo. La velada no empieza nada bien si pese al soju, me encuentro malhumorado.

El ascensor abre sus puertas tras recorrer todo el edificio, deteniéndose en la planta más alta. Al salir, una sobria habitación, poco más grande que el propio ascensor me da la bienvenida. No me da tiempo ni a armarme de valor cuando la puerta frente a mi es abierta, los marrones ojos de SeokJin mirándome inescrutables mientras un intento de sonrisa aparece en sus labios. -Hoseok... por favor, pasa. - Se hace a un lado, dejando el acceso al apartamento libre.

Bienvenido a la boca del lobo, Jung Hoseok. Empieza a sacar las garras.

SIEMPRE TE SENTÍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora