⚔️➼ 24 ⚔ ʜᴇʀᴇɴᴄɪᴀ ʏ ᴘᴇʀᴛᴇɴᴇɴᴄɪᴀ

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Draco habría sido como un hermano para él, un hijo del fuego, de no ser por su tozudez. Al menos, aquello citaba su padre hacía apenas unas pocas horas antes en los pasillos, cuando presuntamente andaban solos, y aún no llegaba a creérselo del todo.

Shoto, receloso, miraba al escamado como si tuviera en mente matarlo allí mismo, delante de tantísima gente. Y con razón lo pensaba; aquellas ideas, aquellos entrenamientos y el sufrimiento que tuvo que soportar desde pequeño... Lo irritaba de sobremanera. Era cierto que venían siguiendo ideologías familiares completamente distintas, que no tenían porqué guardar relación entre sí para florecer por cuenta propia. Pero que ambos jóvenes chocaran caminos era tan inesperado e improbable que, por azares del destino, habían chocado caminos, y ahora tenía claro que Endeavor no iba a ser la única persona de la cual desconfiaría durante toda su vida, sino también de aquel chico de cabello rojo como el fuego que perfectamente pudo haber sido un familiar suyo desde principios del curso.

Lo peor de todo el asunto era que tampoco sabía bien cómo derrotarlo. Pero ahí estaba Draco, siendo centro de aplausos y galardones para el público tras vencer durante su primer enfrentamiento de forma con unos movimientos que Shoto no se veía capaz frenar. ¿De qué manera iba a atraparlo bajo el hielo? ¿Podía siquiera hacerle frente sin requerir del quirk de su padre? Sentía repulsión solo de imaginarlo, pero si no encontraba otra opción... ¡No! No quería. Definitivamente no quería utilizar las llamas. El fuego que brotaba de sus emociones hacía daño a la gente. El fuego solo servía para destruir, para quemar y para arruinar a su familia, como ya era costumbre.

Mientras Cementoss comenzaba con las reparaciones del cuadrilátero, Shoto se frotó la cicatriz que llevaba pegada por debajo de la delgada línea roja de su pelo, recordando los cálidos abrazos familiares que le daba su madre, y enfocó la vista hacia el causante de todos sus males. Endeavor, tan ufano como siempre, reflejaba una mueca severa en su dirección. Le observaba, pero no como cualquier otro padre hubiera hecho con su hijo. Sin muestras de aprecio, sin cariño ni respeto. Él era muy diferente a todos esos padres preocupados. Solo le importaban los resultados.

Por eso se hallaba extraviado entre dos caminos que para él eran desconocidos. No sabía si conteniéndose podría ganar, pero tampoco debía segregar las llamas de su padre por los brazos, como hizo por accidente en el segundo evento, porque estaría admitiendo en alto sus fallos, que siempre estuvo equivocado.

¿Qué harías en mi lugar, mamá?

Plantó una mano en su rodilla cuando percibió que Midoriya, su futuro contrincante, que llevaba un dedo vendado, comenzaba a escribir, apuntar y anotar detalles de los enfrentamientos sucedidos hasta ese momento; seguramente estaba meditando sus alternativas, ya que murmuraba en alto soltando a tutiplén un sin fin de letras y onomatopeyas que regaban los palcos de forma tétrica y sepulcral. Uraraka se veía vagamente asustada a su lado. Aunque, por encima, sí que pudo entender lo que decía: «Debo ser fuerte», «Tengo que preguntarle», «Una ceniza ha salido de su ojo, como en el primer evento», «¿Será otro quirk, o un efecto que no conocemos?», «¿Será su debilidad?», «Tengo que preguntarle».

ᴄᴀᴍɪɴᴏ ᴀ ʟᴀ ʟᴜᴢ《☀️ʙɴʜᴀ ᴏᴄ☀️》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora