ᴄᴀᴍɪɴᴏ ᴀ ʟᴀ ʟᴜᴢ《☀️ʙɴʜᴀ ᴏᴄ☀️》

⚔️➼ 10 ⚔ ᴄᴀʀɴᴇ ʏ ʜᴜᴇꜱᴏ

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Desde que la antigua humanidad dio su primer paso a la futura civilización, siempre habían traspasado a sus posteriores generaciones mitos o rumores sobre héroes que se aventuraban a lo desconocido. Pero no solo eran mitos los cuentos que se traducían a sus consiguientes. A veces, un padre heredaba su labor a sus hijos, y sus hijos a sus nietos. Así sucesivamente hasta formar una casta que cumpliera con los designios de quien trajo a todos aquellos al mundo en primer lugar.

Draco Levante era uno de ellos. Sabía que era una de esas personas encargadas de cargar con el orgullo, el honor y la dignidad familiar, arrastrada felizmente a partir del nacimiento de sus viejos ancestros. Nunca los cuestionó. Sentía que eran admirables e impermutables. Versos que aludían a jamás darse por vencido y perseverar manteniendo la calma o tanteando una sonrisa de confianza, aun estando rodeado por espesas llamas, o con el sudor helado moliendo su piel.

Por eso, cuando se encontró corriendo por las extensas laderas rocosas y por los estrechos barrancos de la zona montañosa, la pésima emoción de ensuciar todo eso causó un vacío enorme en su corazón y un malestar inimaginable en su imaginación. Pero ¿qué hubiera pensado su padre acerca de su decisión? ¿Le hubiera recriminado por huir y buscar ayuda de sus compañeros de clase, o, por el contrario, le habría felicitado tras hallar una respuesta válida para su emergencia? Y ¿qué podría haber hecho sino? Él siquiera había sido capaz de dañar la coraza blindada de Esmeralda. No le quedaban muchas opciones por discutir.

Sin embargo, la verdadera pregunta era: ¿eso era lo que quería, o lo que debía hacer?

Una respuesta que tardaría mucho más en llegar de lo que deseaba.

Para su mala suerte, que ya resultaba bastante molesta debido a las diversas magulladuras que contuvo con aliento entre sus escamas, apenas habiéndose apresurado a salir de la densa capa de humo donde se ocultaba de la amplia visión enemiga, Esmeralda había logrado detectarlo. En consecuencia, sus orbes se lanzaron directos a perseguirlo colina arriba entre aquel laberinto de encrucijadas oníricas.

Como sea que fuere, Draco había trazado un camino sinuoso entre dichas trincheras y murales con el objetivo de perder a sus atacantes de vista y proseguir su viaje hacia la posición de sus aliados. Una vez allí establecería un plan con ellos. Además, dudaba que existiera algún chico en su clase que pudiera hacer frente a esa máquina en solitario sin morir en el intento, sobre todo porque parecía que sus recursos eran ilimitados, y su pauta evolutiva tampoco escaseaba ni un ápice.

Aclarando mejor sus pensamientos, Draco no quería desprestigiar a ningún miembro de su clase. Simplemente, si se ponía a imaginar una batalla entre algunos de estos y Esmeralda, no tardaba mucho en dar con el resultado. Por ejemplo; Izuku contaba con una fuerza extraordinaria con la que podía demoler todo a su paso, salvo por el hecho de que se rompería los brazos apenas comenzar el combate; Tenya daría vueltas en círculos, solo sirviendo como una mera distracción, y sin llegar a efectuar una patada que quebrara las piezas metálicas de la estructura mecánica; Katsuki lo podría aturdir por un rato, más de lo mismo; y Shoto, bueno... él lo sepultaría bajo el hielo...