🐉 Г ᴠᴏʟᴜᴍᴇɴ 1: ʟᴀ ꜱᴀɢᴀ ᴅᴇʟ ᴅʀᴀɢÓɴ ᴅᴇ ʟᴜᴢ
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《¡Algún día volaré como ella!》
Г Durante la eterna noche, una gélida presencia asoló a la familia de Draco Levante. Unas agudas cuchillas se bañaron en la sangre de alguien importante para él.
《T...
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Un llanto resonaba en un paisaje lejano que a simple vista parecía familiar y cercano. Unas partículas doradas lo abrazaban mientras una luna creciente acaramelada se partía en millones de fragmentos pálidos que se iban esparciendo por el espacio. Por debajo de aquel cordón estelar, se veía una extensión gigantesca de hierba y unas fronteras sin final.
«¿Estás feliz contigo mismo, con quién eres ahora?»
Los sollozos iban escalando por el horizonte a medida que Draco apartaba la peste que inundaba el lugar, sin dolor, sin quemaduras ni molestias moliendo sus huesos. Sólo él, en aquel páramo sepulcral de soledad. Se tapó los oídos, resignado a seguir escuchando aquel lamento pesaroso que lo perforaba desde fuera y lo descomponía desde dentro. Luego, probó a levantarse para apreciar mejor las vistas y una brisa ligera le revolvió el cabello. ¿Dónde estaba? ¿Qué hacía en aquel lugar? ¿Qué le pasaba a la Luna? ¿Y Shoto?
Su cabeza pestañeaba entre recuerdos de la lucha, pero solo pudo ocultar las orejas de nuevo cuando el gimoteo regresó.
—¡Aléjate de mí! —escuchó una voz de súplica proviniendo de allende las murallas dentadas de las montañas que atisbaba a lo lejos, y por el contrario, decidió omitir la advertencia y explorar por su cuenta—. ¡Vete, no sigas por este camino! —Aquello sonó próximo, como un susurro a su espalda. Se dio la vuelta.
La noche se disolvió de repente y, por arte de magia, una cascada dorada se elevó hasta el infinito vacío de aquel cielo nocturno. Una cumbre que escupía agua como una catarata. Dubitativo, Draco aflojó sus pensamientos y empezó a caminar en dirección del pantano que se encontraba allí debajo cruzando un pequeño trecho de hierba alta; un rostro muy similar al suyo se tallaba sobre el espejo del agua cuando asomó la cabeza, pero unas hebras rojas salían de las cuencas siguiendo la corriente hacia una islita que se destacaba en medio del lago.
Preparó su quirk antes de zambullirse, pero grande fue su sorpresa al percibir que no podía aguzar las escamas, ni afilar las garras, ni fortalecerse. Entonces, decidió saltar y nadar contra las voces del velo dorado de la cascada por su propia cuenta; sin embargo, la fuerza del agua lo rebasó de un momento a otro, lo atropelló, y acabó girando en una espiral de la cual no podía escapar. Extendió los brazos y luchó balanceando las piernas, pero no tocaba el fondo y, para colmo, comenzaba a marearse.
—¡Fuera de aquí, desgraciado!
Una ola gigante amaneció del otro extremo del lago y lo impulsó hacia atrás, sacándolo del vórtice de agua, pero metiéndolo en una vorágine de recuerdos que creía extintos por el sofocante calor que le ofrecían.
«Por lo visto, los pacientes que pasan por una operación de trasplante de órganos cambian repentinamente de personalidad o costumbres y se vuelven personas completamente distintas al día siguiente. ¿Por qué crees que sucede esto?»
