⚔️➼ 26 ⚔ ʜᴇᴄʜᴏꜱ ʏ ᴘᴇɴꜱᴀᴍɪᴇɴᴛᴏꜱ

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Desde que era pequeño, Draco siempre había estado convencido de que no debía dudar. Ahora que todo eso se desmoronaba bajo sus pies, y ahora que al fin se quitaba una parte de la mortaja que lo cubría, sentía que cada aliento que salía de él era más liberador que el anterior. La cicatriz ya no picaba, y sus oídos tampoco lanzaban pitidos estáticos ante los recuerdos que nacían en su memoria. Parecía feliz, pero porque sabía que podía contar con otros. Parecía mejor, porque sabía que no había un lugar por el cual empezar, ni un inicio ni un final, solo respuestas al azar.

Sócrates comentó una vez que el hombre más sabio era aquel que más preguntas se hacía, que más se cuestionaba o debatía. Sin embargo, Draco no era uno de los filósofos más aclamados de la antigua Grecia, ni siquiera un filósofo. Analizaba todo lo que lo rodeaba, sí, pero no meditaba al respecto; no pensaba en cómo se sentirían las plantas, sino cómo de gratificante sería cortarlas. Además, él había tapado esas emociones reprimidas por muchísimo tiempo. Por primera vez, desde el asesinato de su padre, trataría de hablar tal y como él creía que era en realidad, despegándose de la imagen que había pintado con sus manos a lo largo de los años. Dejaría de suprimir sus recuerdos.

Aunque sí se preguntaba acerca de cuán diferente iban a ser ambas caras de la moneda. ¿Cuál era la mejor? La enojada y la alegre. A su vista, eran idénticas. Pero las máscaras servían para eso mismo, a fin de cuentas, y nadie sabía lo que uno podía encontrar al otro lado. El rostro de la verdad.

Su mente amainó mientras navegaba por las entrañas del estadio, que en ese momento se veían amplias y perfectamente iluminadas por decenas de hebras: no como antes, cuando eran oscuras y estrechas. Casi parecía que le hubieran dado un lavado al suelo y a las paredes de los corredores, y que hubieran cambiado las bombillas para subir su voltaje. Como sea, dejó de prestar atención a los mínimos detalles y escuchó los gritos de toda esa gente a su espalda. En silencio, pintó una sonrisa que juraba ser constante y no desvanecerse.

Habían dejado el listón bien alto allí afuera, los dos, y tanto Momo como Mina tendrían que esforzarse por batir ese récord de alabanzas que parecía insuperable. Expectante, Draco deseó que así fuera, ya que sabía que las semifinales serían más intensas todavía y no esperaba que los próximos combates de cuartos fueran quedándose cortos en comparación, como meras butacas vacías, olvidables de cara al público.

Con las manos metidas en los bolsillos, marchaba cuidadosamente para no tentar a la suerte y no arriesgarse a tener que soportar cómo la cruda encarnación del mismísimo dolor escalaba por su tobillo. De tal forma, iban llegando a las puertas de la enfermería; sin embargo, cuando Tenya quiso abrirlas de par en par, alguien más salió de allá. Era un chico de cabello verde rizado y ojos jaspeados por la esperanza, con los brazos y las piernas enfundadas por varias capas de vendas y escayolas blancas. Draco no sé sorprendió, al contrario que su delegado, y aupó el brazo para saludar a su compañero de clase.

ᴄᴀᴍɪɴᴏ ᴀ ʟᴀ ʟᴜᴢ《☀️ʙɴʜᴀ ᴏᴄ☀️》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora