Capítulo 8

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Emma

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Emma

La cuenta regresiva por fin terminó.

El tan esperado viaje a Rusia se encuentra a la vuelta de la esquina y ni siquiera pude dormir debido a la emoción, se supone que estaremos fuera durante dos semanas, y si mis plegarias siguen siendo escuchadas debería encontrar más hombres como su amigo allí.

Según me dijo, luego de que ellos acaben con el negocio o lo que sea y vayan a hacer, me llevarán a recorrer la ciudad ya que no es su primera vez ahí.

Creo que su amigo quería contarme alguna anécdota la otra noche, ya que vino a la mansión, pero Sean lo detuvo, extraño si me preguntan.

Me despedí de mis padres un par de horas antes debido a que salieron hacia una sucursal de sus empresas en la otra punta del país, y sin contar a las empleadas básicamente solo somos nosotros.

Siendo honesta han sido semanas dónde la tensión parece querer llevarse todo de nosotros, aunque a los minutos nos alejemos es más que claro que no lo olvidamos. Mi mente sigue llevándome al día en que me acorraló contra la pared y a veces me gusta imaginar que fuimos más allá.

No es correcto, no es moral por el simple hecho de que es mi hermano, pero al diablo con la lógica, el deseo me ha hablado.

Y siempre obtengo lo que quiero

Lo he pensado, meditado y escudriñado hasta más no poder, pues no quiero margen de error en la locura que voy a cometer: dar el paso que hemos estado evitando.

Ya que si Sean no tiene las agallas, es a mí a la que le toca ponerse las enaguas.

Frunciendo el ceño decido que es hora de poner en marcha mi plan.

Ajusto la toalla por encima de mi pecho, y con otra envolviendo mi cabello salgo del baño, supongo que con solo esto ocultando mi desnudez, es más fácil que un hombre caiga.

Tampoco es que le vaya a caer en pelota para luego decirle: Hey, me gustas ¿Te pasa lo mismo?

No tardo mucho en caminar hacia la puerta y una vez abierta asomo la cabeza revisando que nadie venga, así que salgo al pasillo sólo para caminar un par de metros hasta su puerta.

Tomo el pomo, lo giro y sin previo aviso entro a su habitación, la vista el directa a un hombre en bóxer son las gotas de agua corriéndole por la espalda.

Me muerdo el labio inferior de manera inconsciente.

— Buenos días, enana. —saluda —. ¿Te pasa algo?

Nuestras miradas se conectan debido al espejo del tocador, mientras hace su skincare parece querer ignorar el hecho de mi atuendo.

Dando un paso de más entro por completo a la habitación, cerrando la puerta tras de mí empiezo con una lenta caminata, le es inevitable observar cada uno de mis movimientos, en especial a sus insistentes ojos que vagan por mis piernas.

Placeres InmoralesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora