Emma
Sé que he tocado el fondo de lo enfermo, cuando de tantos hombres que hay en el mundo, termino fijándome en quién no debería, y aunque no haya visto a otro tan atractivo como Sean, Konstantin termina siendo otro prohibido que habita con Megan.
Conozco gente extraña, pero tú me sorprendes con cada cosa que sales.
Ya sé, me acuso de enferma y luego adulo a mi hermano. Déjame delirar en paz.
Ignorando el hecho de que estuve cuestionando mis acciones durante horas, termino agradecida con los pilotos cuando por fin pisamos las tierras rusas.
Diría que el aterrizaje fue como el despegue, aunque sin un Sean que me tranquilizara, pero con dos tragos encima que funcionaron de maravilla.
Y es que apenas dieron la orden para salir, Davies saltó del asiento como si este le diera comezón.
Lo dejo ser feliz y me quedo unos minutos demás sentada, cuando siento que ha sido suficiente también estiro las piernas, apenas me levanto soy bendecida con un ruso recién despierto, el cabello alborotado lo hace lucir salvaje.
Sin mencionar la camisa que no está abotonada y resalta una de sus mejores partes.
— Si que son buenos días, Konstantin. —saludo bajo los efectos del alcohol.
Si tú lo dices
Una buena mirada de mi parte lo pone a sonreír con maldad pura.
— ¿Quieres que tu hermano me mate? —inquiere en tono bajo.
Se pasa la mano por el cabello, relamiéndose el labio inferior.
— ¿Por qué meterlo a la ecuación?
Se ríe hasta que la puerta de la cabina es abierta.
No es quién quería ver, pero el copiloto solo nos asiente a ambos antes de salir apurado del Jet.
Decido que debemos hacer lo mismo y dejo al hombre arreglándose la camisa antes de salir, una vez dejo las escaleras encuentro a Sean apoyado en el capó de un Audi echando humo por las orejas.
Asumo que las maletas ya están adentro y sin emitir una palabra me subo a la parte de atrás.
Son solo segundos hasta que su amigo baja y lo observa con diversión.
— ¿Qué pasa, mi rey? ¿No te sentó el aire?
— Déjate de bobadas y sube que ya vamos tarde.
El ruso niega con la cabeza cuando ve a Sean tomar el asiento de copiloto, se termina sentando a mi lado y es un camino silencioso mientras el chófer nos lleva hasta nuestro hotel.
El lujo se nota desde que el auto se detuvo, los botones se encargan del equipaje. Camino a la par de los hombres y lo que llama mi atención al entrar al vestíbulo son los detalles en otro y los diamantes incrustados del gran candelabro.
— Quédate aquí, Emma. —me dice Sean.
No espera siquiera un ok antes de empezar a caminar con su amigo hacia la recepción.
Empiezo a sentirme como cuando tenía ocho años y nuestros padres nos dejaban sentados antes de que fueran a registrarse.
Me hundo en uno de los sofás, sin perderlos de vista un solo segundo observo cómo hablan con la empleada y esta les muestra las tarjetas cuando obtiene la información que necesitaba.
Aunque luego el ceño de Sean se frunce y se enfrasca en una discusión que no entiendo con la señora, mientras tanto su amigo solo se ríe con ganas hasta que el otro parece resignado a no sé qué cosa.
Al final se vuelven y llegan a mí, uno con la diversión marcada, y el otro sin expresión alguna.
— Hubo un error en la reserva —me informa —, tendremos que compartir habitación.
Aunque con gusto compartimos más que eso.
Tengo que notarme afectada, así que dejo ver como trago grueso dando un leve asentimiento a mi hermano, que no se note como el universo trabaja a nuestro favor.
— Véanlo de la manera positiva —rodea su hombro —, es cómo tener una pijamada.
Ay, tan divino
Medio le sonrío antes de que Sean se suelte de su agarre y lo fulmine con la mirada.
Luego de ponerme en pie nos dirigimos al ascensor, el tiempo en el interior parece detenerse y es un lento ascenso cargado de tensión. Sobre el piso veinte, Konstantin se despide asegurando que nos veremos mañana.
Y eso solo si llegamos vivos.
Las puertas vuelven a abrirse tres pisos más arriba, en el extenso pasillo solo se encuentran dos puertas, y al ir a la de la derecha puedes asumir que se trata de una suite.
Pone la tarjeta en el sensor y el clic no se hace esperar, abre la puerta dándonos la bienvenida a una lujosa sala. Equipada con todo lo básico hasta que llegamos a la habitación con una sola, aunque gigante, cama.
Me recuesto sobre el marco mientras él llega y con solo dos pasos más se topa con el equipaje.
— Dormiré en el sofá —. Avisa girándose hacia mí.
Inmediatamente niego.
— Trabajarás, tú quédate con la cama. —propongo.
— De ninguna manera —sacude la cabeza —. Estaré bien en la sala.
Una idea se cruza por mi mente.
— Podemos compartir la cama.
Me encojo de hombros, ante mi sugerencia parece arquear la ceja.
— ¿Qué? —indago —. Somos solo hermanos ¿o no?
Me asiente.
— Estaremos bien, es un gran espacio. —concluyo.
Me asiente de acuerdo luego de un par de minutos, decide dejar la habitación y es cómo si me arrastrara con él luego de que pasara por mi lado.
Con un suspiro me adentro a la habitación, tomo mi maleta y la dejo en la cama para luego abrirla y empezar a acomodar mis cosas dentro del closet.
Desde ya puedo decir que las dos semanas en este país serán más que interesantes.
A la llegada de la noche me cambio mi pijama, es solo un pantalón de satín azul con una camisa de tiras. Salgo del baño solo para encontrar a Sean en una esquina de la cama con su iPad en manos y leyendo un libro.
Tiene una obsesión con esas cosas...
Lamentablemente tiene una camisa negra puesta.
Camino hacia mi lado de la cama y sin pensarlo dos veces me meto bajo las cobijas, apago la lámpara que está a mi derecha y para más comodidad me pongo una máscara para los ojos antes de agarrar una almohada a la cual abrazar.
Siento que estoy a punto de quedarme dormida cuando mi cabello es revuelto, dejo la sensación de lado cayendo en brazos de Morfeo.
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Placeres Inmorales
Teen FictionInmoralidad, deseo, amor y pecado. Emma, dieciocho años recién cumplidos y esos ojos azules que llevan su infierno vuelven a su vida después de cinco años. Con tatuajes que no son más que la invitación a pecar la hacen caer a la tentación que llev...