Capítulo 25

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Emma

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Emma

—¿Crees que nos estaban viendo? —pregunto, un tanto preocupada, mientras me siento a cubrirme con la sábana.

Emite un sonido quejumbroso como primera respuesta, luego me rodea con el brazo y termina por hacerme caer sobre su pecho.

—En todo caso, les ofrecimos un buen espectáculo —bosteza —. No pueden quejarse.

Giro el cuello con una lentitud digna de película de terror solo para encararlo y darle un golpe seco, pero bien merecido, en su brazo.

—¡Estoy hablando en serio!

Me estrecha contra él, inmovilizando mis extremidades.

—Yo también.

Resoplo, no gano gana tratando de que entienda. Así que me libero de su agarre, me levanto a cerrar de un portazo con llave y sin molestarme en verlo me encamino al baño, así podré relajarme.

«Es que no tiene lógica. ¿Por qué querrían espiarnos?»

Dejo que las horas pasen, y con ello llego a la conclusión, o más bien al limbo, de que solo nos olvidamos de cerrar la puerta, pues no creo que hayan ido a la escuela de actuación.

Desde hace veinte minutos que estamos pasando el rato en su sala, he examinado su comportamiento, y la única extraña podría ser yo, pues no los dejo de ver en busca de algo que los delate.

Pero solo es Shane bromeando mientras juega con su nieto.

Bella no sale de la cocina.

Y la tal Adeline aseguró que volvería en unos minutos.

—¿Qué tal la habitación? —indaga —. Si no les gusta puedo pedir que les preparen otra.

Carter empieza a caminar hacia mí, y cuando le extiendo los brazos se lanza hacia mi pecho.

—Muy cómoda, la verdad —le responde, sin molestarse en ser sutil —. ¿Cierto, enana?

Asiento, pretendiendo estar concentrada en que un bebé juega con mi cabello mientras se apoya en mis piernas con sus pequeños pies y me toca rodearlo con los brazos para que no se caiga.

Me mantengo con la espalda en el mueble, atenta a lo que pueda pasar hasta que las puertas vuelven a abrirse y desvío la mirada al percatarme de que su hija volvió, pero esta vez se cuelga de un rubio con tatuajes.

—¡Papi! —chilla con una sonrisa, aunque no me deja.

—Ah, pensé que nos habías abandonado, ya iba a regalar tus juguetes. —bromea, acercándose.

—Él es mi esposo, Dexter.

¿Y ese quién será? ¿Su tío? ¿El abuelo?

Debo hacer un gran esfuerzo al contener la carcajada mientras le extiendo la mano, su fuerte apretón me hace recordar a cierta persona que me quema con la mirada.

Placeres InmoralesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora