Capítulo 14

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Sean

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Sean

Ahora que dejé de atormentarme por aquella voz y decidí empezar a convivir con ella, siento que todo se hace más fácil, de hecho, me gusta cómo se siente.

La luz que se filtra por las cortinas es escasa, pero aún puedo apreciar con detalle a la persona que duerme plácidamente sobre mi pecho, le acaricio la espalda mientras la pregunta me atormenta: ¿No habré sido muy rudo?

Una de sus muñecas se mantiene a la vista, casi sobre mi hombro. No aparto la vista de aquellas marcas rojas, que seguramente, mañana ya serán moradas, pero su rostro luce tan pacífico mientras duerme que me hace querer repetirlo.

La succión que hice a su delicada piel le dejaron marcas moradas por todo su cuerpo, y aunque me hinche algo más que la polla, sé que desaparecerán, así cómo el deseo que estoy saciando.

Algo que he aprendido en los últimos seis años es que lo repetitivo aburre.

Nunca me he resistido ante un deseo carnal, es algo que hasta la prensa lo sabe y no me molesto en ocultar.

Vamos, animal, sabes que necesitas corromperla un poco más.

Y lo haré, cada sucia fantasía será agotada.

Pero hay una parte en lo más recóndito de mí que me dice: esto va más allá de follar.

Unas horas antes me encontraba gruñendo con satisfacción al sentirla tan apretada, las chispas de dolor estaban presentes cuando intentaba liberarse las muñecas y es que hasta ese punto todo estaba bien.

Clamaba mi nombre hasta que agotó la voz y lo que dijo antes de quedarse dormida es lo que me ha mantenido despierto durante esta madrugada.

—¿Sean? —me llamó en un susurro.

—¿Sí? —bajé la vista para encontrarme con la expresión que acabaría por joderme.

—Te quiero —suelta, intento responder, pero no me deja —. No como hermano, de verdad te quiero.

Su confesión me deja helado, las voces de mi interior tampoco pueden reaccionar, pero parece que no le molesta mi silencio, o eso pienso, pero al ver que la muy maldita se quedó dormida descubro que su cansancio me ha salvado.

Sé más que nadie que luego de una buena follada las personas dicen muchas cosas, yo nunca lo hago, no entiendo un te amo por llevarte al orgasmo, pero viniendo de ella hace que los cables se me crucen. Prefiero creer en sus palabras como algo provocado por la euforia del momento, el placer de todo esto tuvo que ser el responsable.

—Tuve que haber alucinado eso, maldición. —me quejo, pasándome los dedos entre el cabello.

Me alejo de ella con cuidado de no despertarla y lo siguiente que sé es que me puse los pantalones antes de meterme al elevador, presioné el botón al lobby, pero se detienen unos pisos abajo mostrando la figura cansada de cierto casanova.

—No parecen ojeras de resaca. —comento, apoyado sobre el metal.

Solo viste el pantalón a cuadros del pijama.

—¿Por qué no me cuentas de tu pijamada y luego chismeamos?

Me encojo de hombros siguiendo con el descenso.

—Lo que sea.

El silencio se mantiene, aún después de salir y llegar al área de comedores, en donde preparo café para ambos antes de terminar uno frente al otro acomodando pensamientos para soltarlo de la mejor manera.

—¿Qué tal está Megan? —rompo el silencio.

—Nada... no hay mal, Sean. —arqueo una ceja ante su tono tan abatido. —Actuamos como una jodida pareja cuando en realidad no deberíamos, es- es.

Su tartamudeo es tan deprimente que me veo obligado a interrumpirlo con un discurso inspirador.

—Konstantin —llamo, me observa con los ojos brillantes—. Solo se harán más daño si sigues luchando contra eso-

—Pero-

—Acéptalo —ordeno con firmeza —, supéralo, y verás como todo mejora.

Calla durante un rato hasta que vuelve a hablar.

—¿Qué hay con Emma?

—No es importante.

—No seas idiota, ¿Qué crees que no me doy cuenta de cómo la celas? —se queja —. En ese club ni siquiera coqueteábamos y ya me querías arrancar la cabeza.

Suspiro recordando ese momento tan estúpido, luego lo aniquilo con la mirada ante esa insinuación, yo no estaba celoso de nadie.

—Es más complicado que-

—Deberías seguir tus propios consejos. —concluye inclinándose la taza.

Yo hago lo mismo, inmediatamente formo una mueca de asco ante el sabor.

—Ya recordé por qué eres tú quien hace el café. —comento.

Él ríe dejando todo en la mesa.

—No quería herir tus sentimientos. —pongo los ojos en blanco cambiando el tema.

...

Emma

Solo es cuestión de abrir los ojos para que la cegadora luz me golpeé, al igual que los recuerdos de la noche anterior, especialmente aquellas palabras que solté. Una extraña sonrisa amenaza con salir y no me puedo creer ese sentimiento.

Cierro los ojos de nuevo.

Lo quiero.

—¿Ya despertaste bella durmiente? —susurran en mi oído antes de depositar un casto beso sobre mi mejilla.

Vuelvo a abrir los ojos para encontrarme con los suyos a pocos centímetros, está agachado a mi altura afuera de la cama.

—Buenos días. —susurro.

—Más que buenos —me recorre como un animal —, por más que me guste verte así, deberías vestirse.

—¿Por qué? —me quejo — ¿Saldremos?

—Lo que quieras. —se encoge de hombros.

—Quedémonos aquí —bostezo agarrando las cobijas —. Podemos pedir servicio al cuarto.

—Perfecto, una cama y mi comida favorita ya está ahí.

—Perfecto, una cama y mi comida favorita ya está ahí

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Placeres InmoralesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora