Capítulo 31

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Emma

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Emma

—Despierta, Sean —le ruego, por centésima vez en el día—. Ya van dos semanas, vuelve conmigo.

Aprieto su mano, esperando que pueda escucharme. Tuvieron que pasar largos días después de su cirugía para que le extrajeran los tubos de drenaje, sin embargo, sigue cubierto de vendas y conectado al oxígeno.

Dos semanas que han sido cerradas con paros cardiorrespiratorios.

Un poco más y se nos va al infierno.

Y mientras tanto, a mí me tienen yendo a terapia.

El caso será expuesto en tan solo unos minutos, seremos un foco para los tiburones de negocios, pero solo me concentro en verlo, vengo todos los días, cada que mis padres salen de sus visitas.

«Esto parece más un lecho de muerte, que una sala de recuperación» Su pecho sube y baja, su rostro pretende sanar, pero ningún doctor cree que saldrá de esa cama.

—Te necesito —confieso, mi vista vuelve a cristalizarse—. Quiero a mi hermano de vuelta, déjame ver aquel océano, por favor...

Las lágrimas caen solas, el pitido de las tantas máquinas a la que se conecta empieza a aumentar, junto con su ritmo cardiaco. Me veo obligada a abandonar la silla cuando su nariz empieza a sangrar, suelto su mano, y ese carmesí le llega a los labios.

—¿Qu-qué hice? —susurro, espantada al ver que las puertas se abren.

Las cinco personas que entran con varios equipos no tardan en rodearlo.

—Señorita —me toman de los hombros—, debe retirarse.

Me echan de la habitación, termino viendo lo que ocurre a través del cristal. Soy una temblorosa estatua que presencia cómo le quitan un tubo, parece ahogarse entre tanta sangre que viene y tratan de succionar, pero no cesa. La camilla queda en una posición recta para cuando empieza a convulsionar.

Debo cubrirme la boca para no gritar, lo último que veo es a una enfermera, dándome una mirada de reproche, antes de cerrar las persianas.

Caigo al suelo de inmediato. «El no merece esto»

Tal vez es solo el castigo que estamos pagando...

Tal vez Eliot tenía razón...

Y tal vez esto nunca debió suceder.

Quizás ya es muy tarde, no hay milagro o tragedia que nos pueda salvar, solo...

Esperar por un final.

Sosteniendo mi corazón roto, me encamino hacia el sofá, la sala está vacía, debido a nuestra petición, y debo prestarse atención al televisor cuando la periodista aparece en el callejón de mis pesadillas.

—Hoy culminamos con el reciente atentado hacia el heredero del conglomerado Davies —ponen sus fotos en la pantalla—. El llamado paseo de la muerte ha caído contra los hermanos, según fuentes anónimas, el ex novio de la hija menor, un adicto...

Placeres InmoralesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora