Capítulo 10

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Sean

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Sean

La sensación de un peso extra sobre mí es lo que me obliga a abrir los ojos, sacudo la cabeza cuando veo a la despeinada de mi hermana con esa cosa para cubrirse los ojos a medio poner y un persistente puchero en su rostro.

Al ver la escena completa mis pensamientos cambian.

Nos estamos abrazando.

Y no tengo ganas de soltarla.

Su pierna se envuelve con fuerza en mi cadera y puedo sentir lo calmado de su respiración mientras que tiene la cabeza apoyada en mi pecho, justo sobre los latidos de mi corazón. Uno de sus brazos me rodea el torso y no sé qué pasa con el otro, pero hace una pose extraña cómo sosteniendo su mentón.

No evito suspirar pensando en lo jodido que estuvo ayer.

No me mientas, ambos sabemos que te encantó probarla.

Eso estuvo mal...

Pero fue el mejor beso que has tenido ¿o me lo vas a negar?

No podría hacerlo, aunque quisiera, si en algo concuerdo con esa voz es que me encanta tener ese poder sobre ella. El solo saber lo que causo en mi pequeña Emma me pone al límite de la cordura.

Ella lo dijo, desea a su hermano mayor.

Aunque me obligue a ignorar a la voz que aboga por lo moral, sé que la perversión me hará sucumbir, y si el daño ya está hecho.

Si ya tengo un pie en el infierno... ¿Por qué no quemarse?

Teniendo cuidado de no despertarla, la aprieto contra mí el tiempo suficiente para llenarme de su dulce aroma, siendo consciente de la hora deposito un casto beso en su coronilla antes de salir del enredo humano sin sacarla de sueño.

Me voy directo a la ducha y en tan solo veinte minutos me encuentro trajeado y perfumado.

Entro al elevador ajustándome el reloj y tres pisos abajo las puertas se abren dando paso a Konstantin.

— ¿Listo para los negocios, señor Davies? —sonríe.

— ¿Lo está usted, Romanov? —respondo estrechando las manos.

...

Unas horas más tarde, y con millones demás en el banco, estamos de vuelta en el hotel para disfrutar de las dos semanas libres para vacacionar.

Mejor, libres para hacer turismo en cuerpo ajeno.

Con el paso pesado me veo en la obligación de bajar del ascensor, no tengo prisa en entrar a la habitación, pero aún así lo hago. No es más que pasar la tarjeta para que un canto desafinado y música de NLE Choppa inunde mis oídos.

Hago una mueca a medida que avanzo y encuentro a la loca bailando, sintiendo cada letra y es que con lo que dice sería imposible no hacerlo.

Su vestido gira con ella y todavía no se percata de mi presencia.

Placeres InmoralesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora