Emma
Lleva casi cuatro semanas en coma, y ya no es gracias a los fármacos que indujeron el primero. Los médicos no son optimistas, nos han hecho escuchar sobre donaciones de órganos, que es una forma de mantenerlo vivo en otro cuerpo, y si no despierta en los próximos días, debemos ir pensando en una respuesta.
Han tratado de quitarle el oxígeno, más veces de las que me gustaría, pero el resultado es el mismo: no respira por su cuenta. Durante cada intento, los monitores cambian a una línea recta, y eso solo hace más improbable su regreso. «Entre más tiempo pase, su cuerpo se atrofia»
—Hey, Emma —Konstantin me hace volver, desde el otro lado de la cama—. ¿Siempre te gustó tu hermano?
—¡No seas imprudente!
Los dejo discutir, mientras pienso en como responder.
—Está bien —los calmo, moviendo la mano—. Me parece que muy en el fondo ocultaba lo que en realidad sentía —sonrío, nostálgica ante los momentos que pasamos—, decidí dejarme llevar en su regreso, la excusa de ser niños ya no estaba ahí.
Cierro los ojos, me recuesto contra el espaldar, y permito que el licor me queme la garganta al recordar la vez en que me acorraló, justo antes de que nuestros padres llegaran. No tengo intención en dejar la botella, pero la intercambio cuando Konstantin me ofrece su Coñac.
—¿Por qué la curiosidad?
—Quizás no era consciente de eso, pero no perdía oportunidad para hablar de ti —da un largo trago, luego cala el cigarro que compartimos. Megan se mantiene en un sofá, al frente de la cama de su hotel—. Aunque no sea así, siento que te conozco de toda la vida.
Sonrío, pero sus palabras provocan más ganas de llorar.
—Eres tan idiota —sigue con sus ganas de pelear—. Tú único trabajo era animarla, y no eres capaz de hacerlo bien.
El pobre solo sonríe, antes de relamerse en dirección a ella.
—У тебя по-прежнему будет этот грязный рот после сегодняшнего вечера?
«¿Seguirás teniendo esa boca tan sucia luego de esta noche?»
Ninguna entiende un carajo, pero su mirada solo da a entender una cosa, y es que hoy es noche de entierro. En fin, no pasa mucho tiempo antes de que tiremos el cigarro y Megan venga a abrazarme, pero me empino la segunda botella. «Tequila»
—Él es fuerte —comenta, luego me observa con perversión, antes de empezar a juguetear con las cejas —. Y sé que el papucho te lo demostró muy bien.
—¿Recuerdas que tu marido sigue aquí? —reclama, tanto acento debería ser un delito—. Ya no hay respeto, es mi mejor amigo del que hablan.
—Lo tengo muy presente, querido —sonríe, y este le corresponde con una extraña mirada—. Si no estuvieras aquí, seguro que sería más desquiciada.
ESTÁS LEYENDO
Placeres Inmorales
Ficção AdolescenteInmoralidad, deseo, amor y pecado. Emma, dieciocho años recién cumplidos y esos ojos azules que llevan su infierno vuelven a su vida después de cinco años. Con tatuajes que no son más que la invitación a pecar la hacen caer a la tentación que llev...