Capítulo III

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Laura Martell

—¿Te funcionó la compañía? —me preguntó Andrew, quien venía hacia mi con un café en la mano y una pequeña bolsa de galletas en la otra.

—Si, de hecho me ha encantado —sonreí— Gracias por la recomendación.

—El dueño es amigo mío y fui el primero en probarlo, así que por eso lo recomiendo.

—Estupendo —asentí.

—¿Tienes planes hoy en la noche? —me dio el café y las galletas— Me gustaría que fuéramos a cenar, si no te molesta, claro está.

—No tengo nada que hacer, así que supongo que no estará mal —asentí— ¿Qué tienes planeado? —le di un sorbo al café.

—Es una sorpresa y espero que te guste —me guiñó el ojo— Nos vemos en la noche, le pediré a tu secretaria que me de tu dirección y te paso a buscar.

—Vale.

Subí por el ascensor hasta el piso 18, donde se encuentra mi oficina, y tengo que seguir trabajando en mis reportes trimestrales para Samuel y los demás socios del corporativo.

—Laura —entró mi secretaria— ¿Te puedo hacer dos preguntas?

—Te queda una —me reí— ¿Qué pasó?

—Sabes que respeto absolutamente tu espacio, así como tu vida personal, pero, ¿y tú papá?.

Fue como una bomba que cayó en mi, todos mi recuerdos invadieron mi mente. No sabía que decirle, porque yo tampoco sabía que era de él, pues luego de que cumplí 8 años, no lo volví a ver más.

—¿A qué viene eso? —dejé mi celular de lado y la miré.

—Antes de que llegaras, llamó un señor que te buscaba, Benjamin Martell.

—¿Tienes su número? —sacó un papelito y lo dejó sobre mi escritorio— Déjame sola, por favor, quiero hablar con él.

—Okay —asintió.

El cansancio me estaba matando, no había podido dormir en toda la puta noche. Tenía muchas dudas, y mi infancia regresó, en donde algunos recuerdos no eran del todo agradables, porque siempre faltaba esa persona importante. Mi papá.

Maldita sea. Juro que quería llorar de la impotencia, mis ganas de reclamarle habían aparecido, pero no tenía ningún derecho de hacerlo, porque en realidad no sé qué lo orilló  a estar ausente la mayor parte de mi vida.

No suelo hablar de mi vida privada, porque suelo ser objeto de burlas, ya que mi papá nunca ha estado en algo mío, como en la escuela o cosas así, y que unos mocosos me dijeran que no tengo papá, me hizo darme cuenta de que el problema es la sociedad, no yo, ¿qué tan retorcida de los adultos para enseñarle a unos simples mocosos que se tienen que burlar de desgracias ajenas?.

Aquella vez que le lloré amargamente a mamá pidiéndole que por favor regresara papá, entendí que ella hacía lo mejor que podía, y en lugar de hacer quedar mal a mi padre, ella simplemente lo cubría, y me dio una cara de él que en realidad era falsa, porque no estaba en el trabajo nocturno cuando le marcaba por teléfono, pues era un hombre muy "coqueto".

Por supuesto que adoraba a mi padre, y a pesar de no haber estado conmigo, siempre lo adoré, porque no importaba cuantas veces él me lastimara con su ausencia, yo siempre lo iba a querer y tanto por él como por mi madre, habría hecho lo impensable, pero todo habría sido por verlos felices.

Marqué al número que Danny me había dado, pero nadie contestó, así que decidí esperar un poco más y seguí trabajando en mis asuntos.

Michael Baltimore

Ruleta de SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora