Capítulo XXII

7 0 0
                                    

Ana Green

Llevé dos tazas de café a la mesa, y admiré la hermosa vista al río desde el kiosco. Las aguas cristalinas y viajando rápidamente; la vegetación me transmitía paz, así como un par de recuerdos sobre mi pasado.

—¿Qué carajos quieres? —se sentó Michael.

—Platicar contigo —lo miré— ¿Cafecito? —estiré mi mano y le acerqué la taza.

—¿De qué?

—Yo tengo muy claras mis metas, y aunque no lo creas, siempre trato de lograrlas por el buen camino, pero si alguien se interpone en mi camino, lo quitaré —bebí de mi café— Mi punto es, que si no me dejas entrar en tu empresa, tendré que hacerlo por las malas.

—¿Qué es lo que de verdad buscas?

—El lugar que siempre debió ser mío y quebrantar a toda tu estúpida familia—sonreí— Déjame contarte un cuento.

Bebió del café y me miró.

—El rey ejerce poder sobre sus tierras, ¿no es así? —asintió— Pero debe tener a su reina, así ambos pueden gobernar en paz, hasta que llega alguien y se interpone, queriendo tener ese lugar para si mismo, sin embargo, sabe que el rey no tiene debilidad y siempre lo custodian sus guardias.

A los niños les hablan con cuentos para explicarles la realidad y esto era algo parecido, para explicarle sobre nuestro pasado.

—La debilidad de Aquiles era su talón, el de Sansón su cabello y el del rey, su reina, el amor de su vida —levantó una ceja— Acabas con ella y nada más te queda el rey, así que lo engañas y le quitas el trono, para ser el nuevo gobernante, mientras que aquel hombre pasó de ser alguien respetado, a ser alguien ultrajado, sin respeto y a quien todos toman por payaso.

—¿Y el punto es? —suspiró.

—Tus "abuelos" le quitaron a mis padres lo poco que tenían —le di otro sorbo a mi café— Mis padres eran nuevos en el condado, habían llegado de Londres, y habían abierto una zapatería, de ahí sacaron sus primeros ahorros para comprar nuestra casa, poco a poco se fueron expandiendo, pero David quería lo que mis padres habían comenzado, él lo intentó, y fracasó, así que le dio el golpe más bajo a mi padre —apreté la taza— Violó a mi madre, mientras ella estaba en casa, porque estaba delicada de salud.

Su expresión habían cambiado, ya no era de enojo, sino de decepción.

—Y después de eso, ella cayó en depresión, no pasó de un año, hasta que se suicidó.

La fuerza de apretar la taza, hizo que la rompiera y algunos pedazos se enterraron en mi mano, por lo que estuvo sangrando unos segundos.

—Toda mi vida se cayó a pedazos por culpa de tu abuelo.

—¿Y yo qué tengo que ver con sus errores del pasado?

—Que mientras tu estabas en una maldita mansión de 100 millones de dólares, nosotros vivíamos en una chosa de 100 mil dólares, teniendo trabajos miserables, comiendo a veces una sola vez al día, porque lo que mi padre había comenzado, tu abuelo lo echó a perder —me levanté del asiento— Te juro que no me sentiré feliz hasta que su estúpida descendencia haya caído. Y déjame decirte una cosa, me encargaré de que solamente tengas en tu mente mi maldito nombre, lo único que conocerás y conocerán, será a la mujer que levantó un imperio destruido, conocerás a Anne-Marie Green James.

La toalla que tenía en la mesa, la enrrollé en mi mano y volví a sentarme, solo para decirle unas cosas más.

—¿Crees que es justo que mientras mi familia y yo estábamos al borde del colapso, tú y tus hermanos disfrutaran de los frutos de una cosecha robada? —negó— ¿Te cuento algo más?

Ruleta de SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora