Capítulo XIII

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La semana completa había sido agotadora para Michael, quien había tenido que hacer labores del campo, y obviamente no estaba acostumbrado a hacer ese tipo de cosas. Cada noche que llegaba a la pequeña casa, la ropa estaba en condiciones poco higiénicas, físicamente estaba sucio de tierra, y la incomodidad en la espalda era algo que no estaba tolerando.

Quizás la casa se veía algo vieja, pero Michael conocía tan bien a Laura, que sabía, que si le daba la mansión más lujosa del mundo, lo mandaría al diablo. Así que, ese lugar era más acorde a los gustos de la castaña, pero el trabajo que estaba realizando en los campos era el más importante que vendría y con el que seguro, la haría feliz.

Eran las 9 de la noche del 9 de octubre de 2024, así que la castaña ya estaba en la habitación de la casa, esperando pacientemente a que llegara Michael.

—¿Se le apetece algo de cenar, señorita Martell? —preguntó la señora Collins desde la puerta de la habitación.

—No, gracias... esperaré a Michael —respondió honestamente.

Aquella mujer se fue, mientras Laura caminaba de un lado a otro en el balcón; ya se había acostumbrado a que Michael hacía cosas sin decirle y muchas veces resultaban ser sorpresas, pero esta vez, había sido peor, porque ni siquiera le habló por la mañana cuando se fue, simplemente de despertó y ya no estaba a su lado.

Escuchó el motor del coche ser apagado, se quedó quieta y esperando a escuchar la voz del pelinegro, pero lo único que alcanzó a escuchar fueron los pasos del hombre mientras subía las escaleras.

—Buenas noches, señorita Martell —entró Michael sonriendo— ¿Qué tal su día?

—Carajo, Michael —se acercó a verlo— Pensé que te había pasado algo.

—Estoy bien —rio— Simplemente estaba ocupado.

—Te lo he dicho —lo miró Laura— No soy nada celosa, pero maldita sea, no hagas estas cosas, de verdad que me espantas —suspiró— ¿Vamos a cenar?

—Si, muero de hambre, pero primero quiero darme una ducha, vengo sudado, cansado y con dolor de espalda —murmuró él— Dile a la señora Collins que prepare algo, por favor.

—¿En qué chambitas andas Michael? —soltó una carcajada la castaña al ver a Michael hacer una mueca de dolor— Pensé que esta noche tendríamos un momento a solas —levantó un poco la falda de su vestido, mostrando una parte desnuda de su pierna— Pero supongo que tendré que recurrir a otras co...

—Nadie más te puede tocar o usar cosas indecentes —la tomó por la cintura— ¿Entendido?

—Ay ajá —se rió nerviosa.

—Podríamos ser la pareja porno más exitosa del mundo, pero no quisiste —dicho eso, el rostro de la castaña tomó un color carmesí— Y mira que contenido si tenemos.

Laura hundió su rostro en el pecho de Michael y soltó varias risas, mientras el pelinegro acariciaba su larga cabellera.

—Te he dicho que no —rió— Seria penoso para mi.

—Bueno, es mejor para mi, así nada más yo puedo verte —levantó el mentón de la chica— Y no se me olvida que tenemos un asunto pendiente —dijo él mientras colocaba su mano sobre sus agraciados glúteos— Muñequita —y le dio un beso.

La chica bajó al primer piso y buscó a la señora Collins por la cocina, pidió que se cocinara pollo parmesano, papas rellenas con carne, y el Whisky que tanto adora el pelinegro.

Pasaron los minutos y Michael bajó, traía unos shorts y playera de color gris, sus sandalias negras y el pelo mojado. Salió al patio con la castaña y se sentaron en las escaleras del pórtico. En este habían algunas macetas con pequeñas palmas en estas, dos lámparas alargadas colgando, eran tejidas con algún tipo de hilo café e iluminando con luz amarilla.

Ruleta de SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora